Los meses pasaron, y Videl no solo dominó el vuelo, sino que se convirtió en una prodigio, utilizando su nueva habilidad para expandir su labor como oficial de seguridad y reconstrucción. Verla surcar los cielos con gracia y propósito era un recordatorio constante de las posibilidades que habíamos abierto. La Tierra, aunque todavía marcada, respiraba de nuevo. Las risas de los niños llenaban el aire donde antes solo había ecos de lamentos.
Pero a pesar de la alegría de la reconstrucción y la esperanza renovada, una preocupación persistía en mi mente. La Tierra había perdido a su protector divino, su Kami. Y con Kami, se habían ido las Esferas del Dragón, la única esperanza de traer de vuelta a aquellos que habíamos perdido en la guerra contra los Androides. Goku, Vegeta, Piccolo, Krilin, Yamcha, Ten Shin Han, Chaos... todos los que habían caído. Sus sacrificios habían sido la base de nuestro nuevo futuro, y sentía una deuda inmensa con ellos.
Una tarde, mientras observaba el atardecer desde un pico cercano a la Capsule Corp., Trunks se unió a mí.
"El mundo está cambiando, ¿verdad, Gohan?", comentó, sus ojos fijos en el sol poniente. "Ya no hay miedo en el aire."
"No, Trunks", respondí, "pero hay un vacío. Y ese vacío me preocupa."
Le expliqué mi plan. La necesidad de un nuevo Kami para la Tierra.
"Sin Kami, no hay Esferas del Dragón", dije. "Y sin ellas, no hay forma de revivir a nuestros amigos. A tu padre, a Piccolo."
Trunks me miró, sus ojos se llenaron de una emoción mezclada: esperanza, pero también una punzada de dolor por los recuerdos. "Pero Kami murió. Y Mr. Popo, si es que sobrevivió, nunca ha sido visto. ¿Cómo encontramos a un nuevo Kami?"
"La respuesta no está aquí en la Tierra", dije, mi mirada fija en las estrellas que comenzaban a aparecer. "El puesto de Kami es usualmente ocupado por un Namekiano. Si queremos un nuevo Kami, y con ello las Esferas del Dragón, tendremos que buscarlo en su planeta natal: Namek."
La idea era audaz, casi insana. Namek estaba a años luz de distancia. La tecnología de viaje espacial existía gracias a Bulma, pero la última vez que alguien había ido, la Tierra apenas se estaba recuperando de Vegeta y Nappa. Ahora, el planeta entero estaba en ruinas, y la infraestructura era mínima.
"¿Ir a Namek?", exclamó Trunks. "Pero... ¿cómo? Y, ¿qué pasa si ellos ya no quieren darnos un Kami? ¿Y si no quieren involucrarse con nuestra guerra?"
"Son un pueblo pacífico", expliqué, recordando mis conocimientos de mi vida anterior. "Y siempre han tenido una profunda conexión con el universo y sus flujos de energía. Si les explicamos nuestra situación, si ven que la Tierra ha cambiado y está lista para la paz, tal vez nos ayuden. Bulma puede construir una nave. Una que sea capaz de hacer el viaje."
El rostro de Trunks se iluminó con una nueva determinación. La idea de que su padre, de que Piccolo, pudieran regresar... era una esperanza que nunca había osado albergar.
"¡Mamá!", gritó Trunks, saliendo disparado hacia la Capsule Corp. para informarle a Bulma.
Sabía que el viaje a Namek sería largo y peligroso. Pero esta vez, no era para defender la Tierra de una amenaza inminente, sino para curar sus heridas más profundas. Para traer de vuelta a los que habían caído. Para honrar su sacrificio.
La reconstrucción del mundo era vital, sí. Pero la resurrección de los Guerreros Z era el verdadero paso hacia una paz duradera, hacia un futuro donde nunca más tuviéramos que enfrentar tales horrores solos.