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Chapter 45 - Capítulo 43: El Silencio Entre las Explosiones

La sangre aún no se había secado en las paredes de la casa Kawajiri. El eco de la última explosión parecía haber quedado atrapado en el aire como un espectro invisible. En la cocina, la mesa seguía puesta, con los cubiertos perfectamente alineados, tal como Kira los había dejado. Solo que ya no quedaba nadie para sentarse allí.

Kira Yoshikage, el hombre que anhelaba una vida tranquila, había muerto.

El cuerpo yacía reducido a cenizas sobre los restos fundidos del suelo, aún humeante, inerte, irrelevante.

Leo, de pie frente a lo que quedaba de su enemigo, no mostró emoción alguna. Su mirada era más fría que nunca. El aura que lo rodeaba se había tornado pesada, espesa, difícil de ignorar, como si la gravedad misma estuviera tratando de contenerlo. Su silueta temblaba levemente, no por fatiga, sino por otra razón más profunda, más antigua.

El sistema habló en su mente con una voz clara, monocorde, como siempre.

[Objetivo cumplido: Kira Yoshikage eliminado.]

[Adquisición autorizada: Killer Queen – versión original y Bites the Dust desbloqueados.]

[Estado: Absorción en curso…]

[Protocolo "Fragmentos del Asesino" activado.]

Leo sintió el cambio. Una marea de información, recuerdos, y estructuras de poder se insertaban en su archivo. No solo comprendía las habilidades de Killer Queen, sino también las obsesiones de Kira, sus rituales, su metodología exacta. Todo lo que una vez fue parte del asesino serial de Morioh, ahora le pertenecía.

Las palmas de Leo se cerraron lentamente. No hubo sonrisa. No hubo palabras de victoria.

Solo una afirmación interna:

—Ahora sí, el telón puede caer.

Horas más tarde, en la casa que compartía con Lisa Lisa, la atmósfera era otra. No había tensión, ni vigilancia. Solo silencio. El silencio más puro y verdadero que puede existir: el que llega cuando la muerte ya ha cumplido su parte y no queda nada por temer.

Lisa Lisa lo observaba desde el tatami, en cuclillas, bebiendo té. Su cuerpo estaba cubierto por una bata ligera, y los hilos de Silver Threads flotaban vagamente a su alrededor, como si aún intentaran procesar el cambio en la atmósfera. El aura de la casa había mutado. Ella podía sentirlo.

Leo caminaba descalzo, sin camisa, con el torso cubierto de cicatrices nuevas. Pero no se quejaba. Había algo casi animal en la forma en que se movía ahora, más refinado, más peligroso. Killer Queen se había manifestado en su espalda, suspendido como un espectro leal. Los ojos del Stand brillaban con un fulgor homicida que antes no poseía.

—¿Sabes qué extraño? —dijo Lisa Lisa con voz suave, sin mirarlo—. El miedo. Desde que llegamos aquí, no había un solo día en que no sintiera que todo podía acabarse en cualquier momento.

Leo se detuvo a su lado. Bajó la mirada hacia ella, contemplándola en silencio.

—Hoy tampoco es distinto —dijo él finalmente—. Solo estamos entre actos.

Ella esbozó una sonrisa seca.

—¿Tú nunca descansas?

—El descanso no es natural para las herramientas narrativas.

No hablaron más.

Esa noche, como tantas otras, el cuerpo de Lisa Lisa buscó refugio en el de Leo. Pero esta vez fue distinto. No había urgencia ni ansiedad. No hubo necesidad de palabras ni dirección. Solo un entendimiento tácito, una necesidad compartida de ser recordados por algo más que el rol que cumplían en una historia ajena.

En la penumbra, sus cuerpos se entrelazaban como tinta derramándose sobre un pergamino aún húmedo. Leo no pensaba. De hecho, su mente estaba más vacía que nunca. Era su forma de desintoxicarse del archivo que ahora ardía dentro de él.

Por la mañana, Lisa Lisa ya estaba entrenando. Las hebras de Silver Threads se extendían como raíces invisibles, conectando puntos de energía que solo ella podía percibir. Podía sentir, por primera vez, la sinergia perfecta entre su Hamon y su Stand. Su respiración era estable. Su voluntad, aún más.

Leo, mientras tanto, exploraba las nuevas funciones de Killer Queen. Había descubierto que podía fusionar partes de su autoridad narrativa con el poder de detonación, creando bombas temporales que no explotaban en el espacio físico, sino en la continuidad de los eventos. Una mirada bastaba. Un parpadeo. Y algo se deshacía.

En su palma, sostenía un encendedor viejo.

Lo encendió.

—[Killer Queen: Primera Bomba.] —dijo, y el objeto desapareció, devorado por una explosión sin sonido.

—[Versión modificada: Implosión narrativa exitosa.]

La tierra vibró, como si la historia misma temblara.

Fue entonces que el sistema se manifestó una vez más.

[Misión cumplida.]

[Transición autorizada: Línea Temporal 5 detectada.]

[Destino: Nápoles, Italia – Año 2001.]

[Condiciones del salto: Personaje acompañante identificado – Lisa Lisa.]

Leo alzó una ceja.

—¿Italia, eh? Supongo que toca ensuciarse con oro y traición.

Lisa Lisa entró en ese momento. No necesitaba preguntar. Ella podía sentir que algo estaba por cambiar.

—¿Ya es hora? —dijo simplemente.

Leo asintió.

—Este escenario ya no tiene nada más que ofrecer. Es momento de romper otro guion.

Ambos se colocaron frente al centro del círculo que Leo había preparado: una red de símbolos narrativos tejidos con fragmentos de The Archive Over Void y un rastro débil del poder de Bites the Dust. El espacio comenzó a comprimirse a su alrededor, como si el aire estuviera siendo absorbido hacia un solo punto.

Lisa Lisa respiró hondo.

—¿Y esta vez… qué clase de enemigos nos esperan?

Leo miró al centro del vórtice, donde ya se veía un paisaje bañado en la luz cálida del Mediterráneo, edificios antiguos, scooters, callejones estrechos y figuras que portaban el peso de otro drama aún no revelado.

—Los que creen que la sangre puede comprarse con poder. Vamos a enseñarles lo contrario.

El vórtice se cerró.

Y el nuevo acto… comenzó.

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