— ¿Cazarecompensas? … Es más peligroso de lo que parece.
— … Sí, pero por eso está bañado de sangre de tigre, reduce los efectos secundarios. Algunos aventureros o cazarecompensas suelen masticar la flor, pero no es recomendado… ¿Te lo llevas o no, humano moribundo? —preguntó la muchacha.
Don indeciso, se quedó pensando durante unos segundos hasta que la cantinera decidió servir a otro, y cuando por fin Don se decidió, empezó a buscar entre los platillos más baratos, pero lo único más barato del bar era el platillo de la tanda, por su abundancia, más que el mismo pan.
— Sí, la voy a tomarla entonces, no importa, igual no sirvo ni para protegerme a mí mismo, que me sirva para calmar los gritos de mi hambre.
— Van dos para la mesa de 8, serán, uno… cero coma cinco, por dos… son 4 monedas de oro.
— ¡Don! ¡Tengo hambre! ¡Apresúrate! —gritó Miriel desde su cómoda silla.
— Qué descarada, no debería pagarle nada… —dejó Don con la decepción y fatiga plasmada en su cara.
Don paga. Mira sus dedos que rozan las suyas por error notando sus garras, rectas, hechas para no lastimar a nadie, y de inmediato volvió a su mesa junto a Miriel.
Después de unos minutos, una mesera hermosa del lugar, una humana de piel morena, que pasea a la luz artificial del lugar, su vestido verde con un corte estilizado mostrando la forma de sus caderas hasta sus pies… hecho intencionalmente para provocar, ya que es su trabajo… posa el platillo de costillas de tigres glaseadas en néctar de abejaguas.
Y al instante Miriel no puede creer que Don entre tantas opciones decidió tomarse la tanda.
— ¿Era el más barato, verdad? —pregunta con una ironía pícara.
— Je, je —sonríe levemente— ¿Tal parece que estás acostumbrándote a mí?
— Que las garras de Varnok me libren rápidamente de un inútil como tú.
Y con una sonrisa que parecía falsa por lo vergonzoso y dolido que se siente que se note tanto la ineptitud de Don en un mundo donde cazar, pelear y sacar aporta más que vender productos o terralitos de manera pasiva. Entonces preguntó por las dudas mientras terminaba su plato con la cabeza baja y los ojos perdidos en la sangre que posa en su plato:
— ¿Miriel? ¿Todo el mundo puede percibir el éter de otras personas?
— Es lo básico que todo mundo con la mínima capacidad aprende. Si temes a que los otros vean qué tan inútil eres, te tengo malas noticias.
Eres el único de las 48 personas en este bar que irradia absolutamente nada, pero para otro… mira allá —dijo señalando con la cabeza una mesa de tres personas, con un theriontropo de piel y pelaje blanco, tapándose la nariz—. Tu hedor para las bestias es nauseabundo…
— Como si un muerto estuviera caminando entre ellos… —comentó con tristeza Don al darse cuenta de la cantidad de ojos que tiene sobre él… aunque en su paranoia nadie le hacía caso, aunque inusual, para los otros era un extraño más.
Pero a la vista y el sentido de todos presentes en el bar, Don realmente era el único del lugar que de alguna manera incomodaba solo con su presencia, algunos entre ojos se le quedaban viendo y otros no se le acercaban porque conocían a Miriel y su mal temperamento de cero tolerancia.
Entonces Don se apagó esperando el momento para irse del lugar que sin hacer nada sentía una presión y muchos malos ojos mirándolo, como una pesadilla real.
Pero unos tacones irrumpieron la sala, desde un cuarto sellado y protegido por theriontropos.
En el centro del bar marcha una figura seria, elitista con destino fijo: presentarse ante quienes la llamaron.
Se alza como protagonista una mujer de presencia magnética y enigmática. Su cabello, de un rojo vibrante y profundo, corto y estilizado con mechones que caen en ondas suaves sobre su frente y laterales, enmarca su rostro con un aire audaz y sofisticado. Sus ojos, de un azul intenso y penetrante, brillan con una inteligencia aguda y una voluntad inquebrantable, capaces de intimidar a quien ose enfrentarla.
Viste un traje negro impecable, de líneas ajustadas que resaltan su figura esbelta y poderosa. La chaqueta, de corte clásico pero con detalles modernos, deja entrever una camisa blanca debajo, ceñida por un corsé oscuro que añade un toque victoriano. Sus pantalones, negros como la medianoche, se ajustan a sus piernas con precisión, complementados por botas de tacón alto que refuerzan su autoridad. Un detalle de encaje negro adorna una liga en su muslo derecho, sugiriendo secretos y habilidades ocultas. Sus manos, cubiertas por guantes oscuros, sostienen un martillo con elegancia, mientras una cadena plateada cuelga de su cintura, aportando un matiz distintivo.
Con su postura erguida y su mirada desafiante, esta mujer baja sus ojos en los de Don, sintiendo también lo que todos perciben de su persona, pero teniendo la sensación de haber reconocido su figura en algún lado… luego cambia de mirada al notar a Miriel y se emociona gritando:
— ¿Pero si es mi guía favorita? —Y salta sobre ella como si fueran mejores amigas, la señorita Teruise no dejaba de mordisquearle como una niña aunque Miriel trataba de alejarla, su fuerza no le alcanzaba.
Entonces solo se despegó de ella cuando confirmó que no estaba aquí por ella, dejándole la cara de decepción, y que venía aquí por «¡este chico!» —señalando a Don— y de las únicas personas que le ha sonreído desde que entró en este lugar fue aquella amable dama, que se agachaba levemente para presentarse, con una mano atrás, como todo un aristócrata.
— ¿Por qué querían verme?
Y Don se levantó ante tal bella dama y pronunció extendiendo la mano, con una sonrisa leve, entendiendo torpemente por la relación entre ella y Miriel de que son de la misma clase.
— Hola… —entrecortado al instante por sus guardias que aparecieron de la nada agarrándolo del cuello mientras uno de ellos cargaba un golpe fatal, que por suerte su señora los detuvo a tiempo. Dejándolo caer al suelo tratando de entender cómo fue superado a tal punto que fue incapaz de percibir cuando le atacaron, y tal parece que sus reflejos también se habían apagado en vida.
La señora apenada del suceso. Contrastadas con las palabras de desprecio que se escuchaban en el fondo, no parecían poder unir los cristales rotos en el corazón de Don, ante esta situación, se levantó rápidamente tratando de sonreír torpemente otra vez, pidiendo perdón.
Al disculparse por ser atacado, y mirando a Miriel que hace como si no lo conociera, se quedó solo, en su vergüenza y sus demonios mentales no paraban de decirle lo inaceptable y repugnante que representa su existencia, pero imaginando la voz de su maestro.
— Disculpe mis guardias, joven, es que… por tu inusual forma de esconder tu éter, es fácil confundirte con uno de esos peligrosos monstruos.
— La disculpa es mía… ja, ja, perdón por incomodarlos, no es intencional… no soy un monstruo… je, je, je, soy… Miriel… he viajado con Miriel durante días, así que… no sé, no me comería a Miriel —dice acelerando su habla, y continúa… y continúa… hasta que todos notan su estrés y la misma Teruise se da cuenta de que está forzando y tratando de caer bien. Y empieza:
— Ok… señorito, es suficiente, ¿cómo te llamas?
— Sí… señora. Mi nombre es Don.
— Don… ¿es un nombre clave, un seudónimo?
— Bueno… eh… solo Don. —responde sin poder acordarse, es lo único que recuerda.
— Mi nombre es Teruise, soy cazarecompensas y alquimista, soy una humana común y corriente —dice con una sonrisa burlona que Don no captó pero Miriel sí, entonces ella replica.
— Inútil. —lo llamó— Es mejor que no creas ni una palabra de la boca de esa mujer, solo se hace la modesta… ella es la aristócrata con más poder en la región (rango 7) después de su padre, Ashton Gordon Dusk. Ella es de la nobleza, muéstrale más respeto.
— Miriel, siempre de aguafiestas, tu carácter es lo único malo que borra todo lo bueno que tienes. —le respondió y luego se le acerca a Don al oído, algo que molestó a más de uno ver cómo ella se le acercaba, no entienden por qué una mujer tan importante para la ciudad habla como si nada con un fenómeno como Don—. No les hagas caso… —menciona entre sonrisas, cuando desvelan su juego.
Teruise se agacha formalmente para presentarse como la aristócrata que es, algo que no le gusta mucho hacer por sus divergencias con su propio padre, un conflicto que la llevó a ser la noble más amada de la isla por su cercanía con la gente común. Algo que catapultó su popularidad, aún siendo un noble cazarecompensas y alquimista, que manchó el honor de su familia al mezclarse con las lacras más viles de la clase social, los plebeyos.
— Me presento, joven viajero, me conocen como Lady Lu’u Teruise Eveline Dusk, Primera sangre de la Casa Dusk, linaje intacto desde la Era de los impuros. Heredera de las 9 fortalezas Dusk, pero para ti, guapo, soy Lu’u. —Ella controla las rutas doradas de Virelen, domina el comercio de Riverside, extiende su sombra sobre Némarys y cinco de nueve fuertes controlados por la familia Dusk. Su fortuna rivaliza con la de reyes, y su nombre basta para silenciar un salón entero y esta presentación fue tan escandalosa que llamó la atención de todos y dejó en silencio a decenas de borrachos y estúpidos que apostaban oro por tener una noche con una mesera.
Y entre ellos se escuchaban solo palabras de desprecio hacia el “fenómeno” —murmullos—. «¿Por qué la jefa está haciendo esto?» … «Seguro que ese fenómeno estará aprovechándose de la bondad de la jefa, es un monstruo disfrazado de humano» … «Cuando esté solo, lo mataremos.»
Aunque solo bastó con una mirada hacia los que estaban armando un complot y cuestionando las decisiones y la actitud de Teruise para calmarlos. Y entonces fue cuando ella se desplazó y dijo que la acompañaran a su taller.