Riverside Dusk de Lu’u Teruise
Primer camino: Propósito
Cada persona sobre esta tierra dispone de su libre albedrío para hacer, crear y opinar sobre cualquier cosa que su alma quiera. Pero a ninguna edad nos enseñaron cómo enfrentarnos a la incertidumbre de cómo vivir la vida. No existen pasos, no existen reglas para tener éxito… para sentirse pleno. Pero se vuelve aún más difícil moldear tu presente y tu futuro cuando tu pasado te es desconocido. Y entonces chocan las costumbres inconscientes de lo que fuiste con la persona que eres hoy.
La señorita Teruise tomó la mano de Don para salir sin esperar, mientras que menciona a sus guardias que no es necesario que la acompañen para no incomodar a Don, y arrastrando a Miriel también, que se niega a acompañarlos. Al subir las escaleras del exterior, les suelta y empiezan a seguirle los pasos, llegando al taller de Teruise. Viendo un letrero colgado en la cima de la entrada del taller decorada con macetas, una caballete que mencionaba los minerales disponibles puesta en el suelo, sus escrituras mencionaban que el taller estaba abierto (pero en realidad estaba cerrado) y una vitrina de cuatro estantes que exponía dichos minerales disponibles, como diamante verde, rojo, nokritia, ignelita y más minerales comunes…
Penetrando al interior de una hermosa casa hecha con gravillas, un salón decorado al pleno estilo medieval, libros viejos en un estante viejo y lleno de polvo, escaleras al segundo piso que muestran perfectamente desde el salón el corredor de madera hasta el siguiente pasillo donde seguramente estarán los cuartos. Pero sobre todo había un mueble de atención… ella pasa rápidamente detrás del mostrador, abriendo la puerta de otro cuarto y cerrándola a su espalda, dejando la duda.
— ¿Va a volver, no? —pregunta Don.
— Es evidente que volverá, Don —le responde Miriel con frialdad.
Volvió a salir después de 5 minutos, con nueva vestimenta, sobre todo con equipamiento para protegerse como guantes de cuero, un delantal del mismo material, cinturón de alquimista con bolsillos y presillas para frascos, cucharillas, pinzas y embudos pequeños. Mira a Don con emoción y le pregunta:
— Y por fin, ¿qué es lo que buscas?
— ¿Tendrás disponible la aleación mística?
Teruise entrecerró los ojos y alzó las cejas.
— No es fácil encontrar ese mineral, ¿para qué lo quieres?
— ¿Lo tienes? —volvió a preguntar, ignorando su pregunta.
— Conseguí un poco gracias a los encargos como cazarecompensas, pero en cuanto lo puse en venta, vendí todo en un cerrar de ojos. Pero estás de suerte, creo que guardé un poco, si no me falla la memoria.
— Y cuánto cuesta… bueno… no sé cómo suelen vender ese tipo de cosa… quiero, no sé, nada de lo que estoy comprando.
— Bueno, el frasco pequeño (5 ml) te costará 50 de oro, y el frasco mediano (20 ml) 150 de oro. Uno es para aplicar a un objeto pequeño como anillos o sellos, y el otro es para grabados grandes o armas pequeñas. En bruto, el fragmento pequeño de 50 gramos te costará 20 de oro, el mediano de 150-200 gramos serán 45 de oro, pero ten en cuenta que no se puede usar directamente en encantamientos sin refinar.
Don, sorprendido con los ojos redondeados y la sonrisa retraída, pregunta:
— ¿Y por qué demonios cuesta tanto? No me voy a quedar con nada.
— Todo dependerá en qué las vas a usar.
Don se quedó pensativo en sus palabras, no sabía exactamente lo que tenía en mente su maestro con cada una de esas cosas, entonces le habló de la lista y, a petición de Teruise, se la mostró el contenido.
— Desconozco la existencia de un elemento de tu lista, pero por lo que veo, intuyo que piensas construir un anillo encantado, he visto este tipo de mezclas antes. Entonces te conviene comprar el pequeño frasco de aleación mística, de 50 monedas de oro.
— Y por qué no puedo comprar el lingote de 20 monedas de oro.
Acto seguido de esta afirmación, mira a Miriel con confusión, a su lado.
— Terminarás gastando más de lo debido en herrerías, pero con el líquido refinado y tratado al máximo, será más fácil la aplicación directa de runas o capas de encantamientos. ¿Entiendes?
— Sí, entiendo perfectamente. Entonces gastaré con pena 50 monedas de oro… pero… no podrías… hacerme un descuento…
Acto seguido de esta afirmación, Teruise mira a Miriel con confusión a su lado, otra vez. Ella ignora y se desplaza hacia los estantes, fingiendo buscar libros, evitando toda pregunta sobre Don. Y Don continúa, en el silencio de la confusión:
— Podemos hacer trato… ¿Qué tal si te ofrezco un afrodisíaco y tú me rebajas el precio a unos 20 monedas de oro?
— ¿Un afrodisíaco? ¿Te estás burlando de mí? —pregunta, sacada.
— Mejor olvida lo que dije… lo voy a tomar… ¿pero por qué está tan cara?
— De acuerdo —mencionó antes de volver a entrar en el cuarto o su puesto de trabajo (laboratorio), donde guarda todos sus minerales, piezas coleccionadas, objetos raros, plantas raras y demás, gritando su respuesta mientras buscaba entre las cajas la aleación mística que quedó como una aguja perdida entre la paja de un hogar sucio.
— No me culpes a mí por los precios, todo se está encareciendo, los minerales más importantes como el metal azul se vuelven raros, los caminos se volvieron más inseguros, reportan actividad inusual en las fronteras, se han visto flores negras[1], crecer en lugares totalmente y para que sepas… —gritó, tratando de levantar cosas pesadas, que se llegan a escuchar su forcejeo hasta detrás de la puerta— para que sepas, tu mineral necesita frascos especiales, no se transporta en cualquier recipiente, además que es difícil de fabricar: involucra calor arcano, catalizadores y estabilización con terralitos que simulan ciertos hechizos constantemente, ya que es ilegal usar magia, por si no lo sabías… ¡Uy! —gritó.
— ¿Pasa algo? —preguntó Don, preocupado.
— Malas noticias. No tengo aleación mística.
Contra lo inesperado, la única persona capaz de conseguirle la aleación mística no la tenía disponible, revelando que aquel trozo de lingote que le quedaba lo utilizó ya que su hacha necesitaba una mejora y lo utilizó, y no lo había recordado para entonces, haciéndoles perder un tiempo enorme discutiendo. Pero Don, aunque apenado, miró el lado bueno: se quedaría con 50 monedas de oro, pero la pregunta sería cómo conseguir aquel mineral, considerando que la próxima villa posee el mejor taller de alquimista de la isla, pero está a más de diez mil kilómetros al sur de donde están, eso sería retroceder e ir en contra del trayecto del viaje, que se supone que debería terminar en el Reino de Montesis.
Entonces Teruise le ofrece una solución a las preguntas de Don:
— Tienes que ir a minar la aleación mística.
Pero le dijo que tendría que registrarse en el gremio de cazarecompensas para que le sea más fácil encontrar este mineral en específico, si no quiere gastar dinero en contratar a un rastreador o un grupo de cazarecompensas para hacer el trabajo en su lugar, proponiendo ella que lo ayudaría si así lo desea él.
Y como Teruise ya no le era más necesario y por lo tanto también se hacía muy tarde, Don le dio las gracias y empezó con el primer paso hacia la salida, pero Teruise lo detuvo y preguntó:
— ¿No nos habíamos visto antes?
— No… No creo.
— Levanta tu camisa…
— ¿Por qué? —extrañado pregunta Don, aun haciéndolo tras convencerlo.
— Pelo rojo, abdominales marcados, manta de piel de quimeras… en aquel puente te vi desde mi ventana, en una fila…
Y rápidamente Don se siente raro, como si su cuerpo estuviera en proceso de negación, el sabor de una poción deshidrata sus papilas gustativas dejándolas secas, y sus ojos ante ella empezaron a tomar sus colores originales… empezaron a brillar, en consecuencia su cola empezó a romper sus pantalones por detrás, ocultados detrás de su manta, y por lo tanto rápidamente se voltea para evitar que le vean y salió corriendo afuera sin mirar atrás.
Aunque Teruise no vio casi nada, se quedó con duda y la confusión de lo que pasó… preguntando a Miriel que se había quedado, algo sorprendida después de ver su transformación en persona, y Teruise una segunda vez trató de llamar su atención:
— Miriel, ¿qué le está pasando? ¿Por qué salió corriendo?
— Oye, nos vemos luego… Te quedas a acompañarlo —dijo mientras salía corriendo tras Don.
— ¿Y ahora qué les pasa? … Sus ojos… ¿de la nada empezaron a brillar con un rojo intenso, como una luna roja? Ojos rojos… ¿será? … —se preguntó, pensativa.
Media hora después…
[1] [Flor negra (sust. fem.): Planta de origen arcano que, al florecer, deja una huella oscura y corrupta en el suelo donde crece. Su presencia infecta lentamente la tierra, dejando marcas visibles de corrupción que se extienden como venas, consumiendo el terreno a su alrededor. Constituye la primera fase de apertura para la liberación de la Corrupción, actuando como su heraldo natural]