“Magia es imaginación, y la imaginación es infinita, y la infinidad es poder”
A día de hoy ya no me quedan recuerdos de aquel día. Ese día en el que las nubes lloraban tristeza por nuestra pérdida. Recuerdo que él nos agarraba las manos, la de mi hermanita y la mía, con tanta fuerza que tenía más miedo de sus intenciones que de su fuerza. Era muy pequeño cuando asistí al funeral de nuestra madre, asesinada por proteger a los malditos y despreciables humanos.
Aun así, miraba la tumba de mi madre y no aguantaba no sentir su calor; no paraba de llorar ese día. Aunque el dolor de mi padre parecía contenerse, su poder se sentía inestable. Y mientras tanto, mientras no dejábamos de mirar la tumba de mamá bajo la tormenta, mi hermana estaba distraída, llorando por querer volver a casa, rompiendo este momento como si fuera una broma, y concluí… que tal vez era demasiado pequeña para entender, aunque sea de una raza que no cuenta los años.
Nada cambiará que en mi ser se grabó con sangre y odio, un trauma que jamás olvidaré. Con mis propias manos colgaré sus cabezas a lo alto de un edificio. Y así expandir tal violencia que solo se pueda experimentar una sola vez en la vida. Cuando llegue ese día… Traeré el infierno sobre la tierra.
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“El poder en este mundo en el que nací es uno de los temas más reveladores, porque al momento exacto en el que naces, el destino te atribuye un don en específico y, si te toca nacer de la clase baja, igualmente ya tendrás bastante trabajo que hacer. En mi caso, es muy diferente. Nací como hijo bastardo y de sangre impura.”
Siglos después…
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[Narrador en perspectiva]
Un día nuevo da lugar al comienzo de lo que podría representar un nuevo sentido de vida, una luz para algunos… que para otros sería el nacimiento del hijo de la oscuridad.
Nos acercamos a lo que es una hermosa casa, puntualizada en un vasto paraíso de flores y pastos verdes, como una mancha marrón en un cuadro lleno de colores, en el que vivía una familia bastante peculiar.
María estaba acostada sobre la cama, y Pedro aparece con la comida para ella:
— ¿Cómo está nuestra hija? —preguntó Pedro.
— ¡Es un niño, Pedro! —exclamó María.
— En serio, ¿no estarás pensando que era lo que quería en verdad?
— Si quieres pasar tiempo con tus hijos, empieza por quitar tu manía, de querer entrenarlos hasta el cansancio. Mira cómo quedaron Nazael y Sacha, solo andan peleando y probando cada conjuro que se les pasa por la cabeza.
— ¿Qué? Yo no tengo nada que ver, soy demasiado fuerte además de ser padre, lo tienen de fábrica, así que no me culpes a mí. Yo solo les enseño a controlar su fuerza —dijo Pedro.
— Ya deja de alardear de tu fuerza, que sus talentos tan buenos con la magia los tienen de su madre biológica. Y espero que ya les dijiste a tus hijos que esperamos un hijo juntos, ¿verdad?
— Jeje… sobre eso…
— ¡Pero Pedro! —dijo María sorprendida.
— Es que es medio difícil, conozco a mis hijos lo suficientemente bien. A Sacha prácticamente no hay ningún problema, pero lo que me inquieta es cómo lo tomaría Nazael. Hace el esfuerzo, pero creo que nunca lo tomó muy bien que estuviese contigo después de la muerte de su madre.
— Eres el padre más extraño que he visto, cariño. Es tu hijo, ve y háblale, te entenderá.
— ¿Que tengo que hacerlo ahora mismo?
— Solo queda un mes para el nacimiento de nuestro hijo, Pedro. ¡Así que sí, hazlo ahora!
— ¿Qué tal mañana?
Inmediatamente, María le lanzó una mirada penetrante que le advertía que tenía que hacerlo ahora o probablemente lo mataría.
Pero, de casualidad, Sacha ya estaba detrás de la puerta escuchando la conversación de su padre y su madrastra. Y se fue alejando poco a poco hasta llegar al salón.
— Tengo que decírselo a mi hermano —pensó Sacha.
La noche llegó y, mientras estaban comiendo, María puso el plato exquisito de pollo sobre la mesa y se fue a buscar el plato de pescado frito que se le olvidó en la cocina. En ese momento, estaban Nazael, Sacha y Pedro en la mesa, comiendo. De repente, Pedro empezó:
— ¡Mis hijos! Les tengo una muy buena noticia: tendrán un nuevo hermanito.
Al escuchar la noticia, ninguno de los niños reaccionó, ni levantaron la cabeza para mirar a su padre. Pedro tuvo que reafirmar que María y él tendrían un hijo juntos.
— Ya te escuchamos, papá —dijo Nazael.
— ¿Y no te alegras de tener un nuevo hermano?
— Ya lo sabía, era obvio con esa barriga.
Pedro carcajeó y respondió:
— ¡Sí que te pareces mucho a tu madre!
Después de que Pedro hiciese ese comentario, el aire se puso tenso de repente con un silencio que empeoraba todo. Nazael dejó la silla del comedor y dijo:
— Ya no tengo hambre, ¡buenas noches! —y se teletransportó.
— ¡Hermano! ¡Hermano! —gritó Sacha, pero no le hizo caso.
María, que acababa de llegar, miró a Pedro y empezó a burlarse de él, riéndose en el fondo:
— A veces me pregunto cómo un hombre tan despistado como tú pudo llegar a ser el protector de la tierra. ¡Me extraña eso!
Sacha escuchó eso y empezó a reírse, y le preguntó directamente a su padre si ya habían pensado en un nombre para el niño. María y Pedro se miraron entre ellos y se preguntaron: “¿Un nombre?”
— Es verdad, Pedro, ¿qué nombre le ponemos al niño?
— ¿Qué? ¡No lo habías pensado antes!
— Pues si eres su padre, tendrá tu nombre, ¿no? ¡Piensa en algo por tu vida, imbécil!
—
— Al parecer, los dos son unos despistados —terminó Sacha y se teletransportó a la cima de la colina donde más brilla la luna por las noches. En la extremidad donde acaba la montaña, se encuentra sentado Nazael mirando la luna, lejano en sus pensamientos. Entonces, Sacha se le acerca con pasos lentos y Nazael le pregunta justo segundos después de que se quedara parada a su lado, mirando el cielo morado con tonos azules y todas las estrellas brillando como nunca.
— ¿Cómo sabías que estaba aquí? —preguntó Nazael.
— No es muy difícil encontrarte cuando emanas tanto Ether —respondió Sacha.
— Este bosque es peligroso, ¡vuelve a casa!
— ¡Mira, tarado!
— ¿Qué no veo nada?
— Justo eso, nada. Los estás asustando a todos. Y teniéndote a mi lado, no me puede pasar nada, porque sé que, pase lo que pase, me protegerás. ¿Verdad, hermanito? —dijo ella dándole un gigantesco abrazo por la espalda.
— ¡Ay! ¡Pero Sacha, ten más cuidado que estamos en un precipicio! Y además, no tengo que protegerte, se te notan los pelos de prodigio. Si fuiste tú quien me enseñó a teletransportarme, y lo peor es que todavía eres una cría.
Sacha, muy contenta, le tira un manotazo en la espalda con los ojos cerrados, diciendo:
— ¡Ay, por favor, no digas mamadas! —pero no se dio cuenta de que lo empujó hacia el precipicio.
Mientras Nazael caía, gritó enojado:
— ¡Sachaaaaaaaaaaaaa!
— ¡Ups! Parece estar enojado… ¿Hermano, estás enojado? —gritó Sacha, tirando el cuello hacia el fondo para ver como cae su hermano, sin ningún remordimiento.
— Ya verás —dijo Nazael—. ¡Teletranspórtame ahora, niña malcriada, no me hagas tus pésimas bromas ahora!
— ¿Qué? ¿No puedes hacerlo?
— ¡Sácame de aquí, me voy a morir si no lo haces!
Inmediatamente, casi al llegar y chocar con el suelo, empieza a gritar y ahí es cuando Sacha acciona y, con solo chasquear los dedos, aparece Nazael frente a ella, pero boca abajo. Nazael tenía los ojos cerrados, ni se dio cuenta y siguió gritando.
— Siempre te haces el capo de los capos y ahora pareces una doncella —dijo Sacha riéndose.
— ¿Eh? —Cuando Nazael se dio cuenta de que ya no había más peligro, se enojó aún más y continuó—: Ya verás quién es la doncella, hija del mal.
Sacha lo dejó caer de cabeza y continuó riéndose. Al instante, Nazael le hace una llave y le empieza a golpear la cabeza, y siguieron peleándose por horas y horas hasta que se cansaron, y solo se quedaron acostados mirando las estrellas.
— ¡Oye! —dijo Sacha.
— ¿Qué? —respondió Nazael.
— ¿Crees que una de esas estrellas sería mamá, como lo dicen los cuentos?
— …Eh, seguramente, si los cuentos dicen la verdad, nos estaría mirando y protegiendo desde el cielo.
— Sé muy bien que no estás feliz con nuestra nueva madre.
— No es nuestra madre.
— Pero…
— Que no lo es y punto.
— No seas egoísta, Nazael. Ella fue la única en poder aliviar el dolor y la sed de venganza insaciable de nuestro padre. Ahora puede sonreír sin que parezca falso, todo gracias a ella. Deberías darle una chance si…
— Puedes irte si de eso quieres hablar toda la noche.
— Eres un ingenuo, pero igualmente se hace tarde y tengo un sueño que me mata.
Se alejó tres pasos y se acordó de otro caso que le quería decir:
— Será un niño, por si no lo sabías, y lo entrenaré yo. Y seguro que tendrá la amabilidad y el afecto que tiene María, y no saldrá un bobo, cabeza hueca como tú.
— ¿Qué dijiste? —preguntó Nazael enojado al límite, tanto que hasta el bosque entero sintió su Ether imponente.
Sacha, con la cara tierna y una sonrisa, responde:
— Nada. Solo estoy impaciente —dice saltando y brincando, luego se despide y inmediatamente se teletransporta.
Después de que se fuera, Nazael afirma que no tiene que platicar de nada con un traicionero, cobarde, que abandonó todo, y menos quiere ver un bastardo de sangre humana en su familia.
— Esos malditos humanos, ¡los odio! —exclamó Nazael, y le puso tanto impulso a su ira que generó altas brisas que movieron fuertemente los árboles con una distancia de aproximadamente 3 kilómetros.