¿Qué pasará ahora? fue mi pregunta cuando senti que esta situacion, fue muy rara.
El señor Snuch la miró a ella y después me miró a mí. Sin decir nada. Ella rápidamente se puso de pie, y rápidamente noté que volvió la Kira de antes: distante y malhumorada… pero esta vez no creo que fuera mal humor. Cuando la miré a los ojos, era otra cosa, creo que era miedo. Inmediatamente, llamó a María para que saliera del agua y entraron.
Yo, mientras tanto, no sabía qué decir, no sabía qué hacer. Todo parecía tan incómodo. Miraba a todos lados, pero siempre evitaba la mirada del enano fijada sobre mi. Cuando por fin se decidió hablarme, me dijo:
—Ya terminé con tu pedido. Tienes a alguien esperándote para tu viaje. Te está esperando. Cuando termines con lo que haces, preséntate —dijo firmemente y se fue sin esperar mi respuesta.
—Sí... señor —respondí.
Me levanté y empecé a mirar a los lados sin razón. Mi cabeza quería buscar algo, pero ni siquiera creo saber lo que estaba buscando. Me quedé durante un rato parado mirando el lago… distraído. Después de un rato me pregunté: ¿qué fue todo eso?
Me vienen recuerdos sin quererlo. Me puse la mano en la cabeza para intentar rechazar lo que sentí hace 5 minutos… Esos labios… esa respiración, sus hermosos ojos… Mi corazón latía del miedo. No quería admitirlo, pero… ¿qué hubiera pasado si la hubiera tocado, solo tantito? Y me pregunté: ¿qué podría hacer ella más allá de sus poderes? Pensé en sus palabras: «Una habilidad que le permite absorber, manipular y sentir lo que siente la persona que entre en contacto con ella». Es más peligrosa de lo que parece. Por eso será una habilidad tan rara. Pero…
Tengo que irme de aquí. Ya tengo que cumplir con las tareas de la lista. Pero ni siquiera sé por dónde empezar…
Cuando llegué dentro, noté que, además del enano esperándome, había una mujer encapuchada sentada al fondo de la sala, distraída, jugando con un cuchillo de mano de apenas 7 centímetros. Parecía muy buena con él. Ella se levantó, se dirigió hacia mí y se presentó extendiendo la mano y sacándose la capucha de la cabeza.
Y por primera vez, vi una elfa de carne y hueso, emanando una importante presencia desde su mirada hasta su postura. Entre el silencio, noté una clara diferencia de nivel, y me dio aún más curiosidad saber qué hay más allá del pueblo. Me quedé asombrado al ver sus características: cabello plateado recogido y muy arreglado, una vestimenta refinada —parece venir de las altas sociedades—, diría tipica de una aventurera. Sus ojos son casi hipnóticos, de un color azul zafiro profundo. Y, por supuesto, tiene orejas acentuadamente puntiagudas, adornadas de aretes circulares. Parecía ser muy joven, de la edad de un adolescente. Los libros que leía no mentían al decir que la raza de los elfos formaba parte de los seres con más belleza física… Y vaya que sí.
—¿Tú serás Don? ¡Mucho gusto! Escuché tus hazañas, y eres impresionante —me dijo muy eufórica al verme de cerca.
De pronto se me hizo raro. Literalmente, un personaje muy extraño. Rápidamente tuve que alejarme bastante, porque ya era demasiado invadir mi espacio. Le respondí amablemente con una sonrisa confusa:
—Es un placer conocerte…
—Miriel. Miriel Rockstone a su servicio. Trabajo como guía.
Rápidamente el enano puso el anillo sobre la mesa delante de mí y continuó, sin dejar de desafiarme con la mirada:
—Aquí tienes tu anillo común, chico in-te-li-gen-te —dijo irónicamente, aunque sin lograr causar risa—. Le agregué algunas capas de grabaciones basadas en lo que me enseñaste anoche. Descifré algunas runas, por lo que este anillo puede —y sigue siendo— un objeto sin influencia. Hagas lo que hagas, puede soportar más de una aplicación, con un límite de tres. Las runas eran muy complicadas; no pude hacer más. Pero me di cuenta de que mentías, ya que reconozco las hazañas del Búho y sus capacidades. Y te llamé un guía porque supongo que solo tú sabes qué carajos quieres hacer con tu anillo sin influencia. Ella te ayudará a encontrar lo que necesites. Ahora págame.
—No te pagaré por tanto —respondí.
—Solo págame los agregados del anillo. Los servicios de Miriel son un regalo por dos días de viaje. Escuché lo que hiciste por ellas. Te estoy devolviendo el favor por lo que hiciste por mis hijastras… —Me miró con mayor odio, manteniendo su carácter firme—. Pero que sea la última vez que vea que le pones un dedo encima. ¿Te quedó claro? —añadió con voz pasiva pero firme.
Lo ignoré, pero de inmediato se me vinieron a la mente Kira y María. Con este tipo, ni siquiera podría despedirme de ellas. Me sentí inquieto, pero para evitar problemas preferí eludir el lío.
Le mostré a la guía la lista y le pregunté dónde podría encontrar los elementos.
—Por lo que veo aquí, será un viaje bastante largo, pero se ve interesante —comentó—. El cristal de obsidiana fundido te lo puedo encontrar fácilmente. En cambio, la hoja roja de árbol real… la verdad es que no. Es imposible; no existe. Es más que un mito. Quien te haya enviado esto te está haciendo perder el tiempo.
El enano intervino —nadie lo había llamado—, demostrando su mal humor, problemas de ira y ahora entrometimiento:
—Déjame ver esa lista —exigió. Tras ojearla, asintió—: ¡Ah, sí! Frascos de lágrima de Azulis, un pergamino de transformación… ¿Para qué quieres eso?
Pensé: «¡Y eso a él qué le importa!»
Él continuó:
—En mis aventuras, cuando era cazarrecompensas, conseguí cierto mapa que revelaba una ciudad escondida entre las tantas que hay. Decían que había una ciudad de árboles gigantes, conocidos como ents: criaturas fuertes y defensoras de la línea natural del mundo. Sus reyes y reinas tenían poder sobre el futuro. Dicen que poseen sabiduría infinita sobre magia, sellos y acontecimientos de nuestro universo… La llaman Luminalia —hizo una pausa didáctica—.
—¿A dónde quieres llegar con esto? Luminalia no existe. Son solo rumores, cuentos para niños —refutó la guía.
El enano esbozó una sonrisa sardónica:
—Fíjate que no. Piensa un poco… esto no lo repitan en ningun lugar, la existencia de un inframundo —donde su rey sin género es un sociópata violento que rapta a los descendientes de los reyes de cada reino y nos visita cada mil años y que vive en el infierno—, ¿vamos Miriel no te hagas? ¿no sería una idea descabellada decir que existe un paraíso? Además, tengo un mapa de su flujo de éter, y su flujo es natural.
—Es imposible tener un mapa —repitió ella.
—No es porque la magia esté prohibida en este reino que tú, como elfa, finjas ignorancia.
De repente, se miraron con tensión. Empecé a tomar menos en serio al enano, pues noté que le encantaba crear conflicto. Me interpuse:
—¿Tienes ese mapa aquí?
—Por supuesto. Pero los favores se acabaron. Te costará treinta monedas de oro.
—Sabes que nadie te comprará especulaciones. Lo que vendes podría ser cuentos de hadas. Si su valor fuera tan grande, ya lo habrías vendido. Te ofrezco cinco monedas. Si no lo aceptas, nos arreglaremos.
Por extraño que pareciera, se rio:
—Eres hijo del Búho, ¿verdad?
—Es mi maestro. ¿Por qué la pregunta?
—Te pareces demasiado a él. Qué envidia. No me agradas, pero solo lo hago por un amigo.
«¿Este hombre tiene amigos?», me pregunté, impresionado.
—Te daré un consejo, chico: mucho cuidado con tu cosita esa. Cualquiera te cortaría la cabeza por obtenerla. En cuanto al negocio… te lo dejo por siete monedas.
—Veo que no tienes diferencia con cierto mercader. ¿Cómo le gusta tanto el dinero a esta gente? —dije, aceptando al final—. ¡Trato hecho!
'Economía de Don: 148 M. Oro'
—Bueno, esto es todo. ¡Fuera de mi casa! —nos despidió el enano sin escrúpulos.
Como no quedaba otra, nos echaron como perros tras pagarle. Será la última vez que contrate sus servicios. Al salir del pueblo donde crecí más de sesenta años, crucé el límite y sentí que algo —o alguien— no quería que me fuera. Volteé… ¡Vaya sorpresa! Aquella persona que gritaba «¡Espérame!» como loca era Kira, intentando llamar mi atención. Yo, como un retardado, ni lo había sospechado, abrumado por el miedo a salir de Duncaster. Ella casi desgarraba mi ropa de lo fuerte que se aferraba, exhausta:
—Creo… cre… creo que esto es tuyo —jadeó—. Encontré a María jugando con él y dijo que era tuyo. Te permite viajar, así que pensé…
—Pero… ¿cómo? No hay forma… Estaba seguro de que lo tenía. Gracias, Kira.
No supe qué decir. Ella prosiguió:
—Entonces… em… que te vaya bien en tu viaje.
—¡Don! —gritó Miriel—. ¿Qué haces? Las horas pasan rápido. Tardaremos en llegar a la próxima villa.
—¡Espérame, ya voy!
—¿Es tu guía?
—Sí, y lo mejor es que es una elfa. ¿Ya la viste? ¡Una elfa real! —dije emocionado.
—Sí… —respondió ella secamente, con tono decepcionado—. Deberías irte. Te está esperando.
Nuevamente quise decir algo, pero los nervios me traicionaron. Solté una estupidez:
—¿Sabes qué? Puedes quedártelo. Ya sabes cómo funciona. Si necesitan escapar, tú y María se teletransportarán a donde hayan estado con él.
—¿No pararás, verdad?
—Acéptalo. Mi maestro dice que cuando alguien te hace un regalo, debes aceptarlo. La bendición no es tuya, sino de quien lo ofrece.
Ella sonrió levemente:
—Tu preciado maestro parece bastante sabio.
—Nada que ver. Solo es un viejo gruñón que ve el futuro —cambié de tema—. Creí que no volvería a ver tu sonrisa. Tengo una pregunta… es como una pieza que falta para completar algo.
—¿En qué puedo ayudarte?
—La última vez, frente al lago, ibas a decir algo. No llegué a escucharlo.
—Frente al lago… —suspiró, mirando al lado. Se tensó un instante, pero luego me miró a los ojos en silencio. De pronto, se acercó y deslizó su mano por mi mejilla. Sentí miedo, como si revelara un secreto que ni yo conocía. Antes de que hablara, intervine—: Espera… Tu abuelo me advirtió si te llegaba a tocar…
—¡Que se joda ese maldito viejo! —exclamó—. Te revelaré algo que quizás ya sabes… Soy usuaria de la sinapsis. ¿Sabes que puedo verte? Tal y como eres. Siento tus miedos, tu alegria, tus penas, tu ira o tu curiosidad limitada por descubrir lo que hay allá afuera estas muy euforico por descubrir aunque tu rostro no lo demuestre… y siento tu amor por mi. Aunque no lo creas, sé que no tienes la edad que dices tener. eres mucho mas grande que yo. puedo ver mas alla ¿sabes? como cuanto puedes vivir, tus capacidades, y tus intenciones, Sé quién se esconde bajo tantas capas. Pero aun asi algo me bloquea, eres un enigma, incluso para mis poderes. Siento una ira incalculable, un rencor silencioso… heridas…
El silencio se apoderó del momento. Una lágrima escapó de sus ojos.
—Me alejé de ti ese día porque portas una oscuridad inmensa. Tan fuerte que me asustas mucho Don. Pero lo que muestras difiere de lo que eres, por eso me mantengo a tu lado, sonriente cada vez que te veo. Hay tanto sufrimiento dentro de ti… Y lamento lo que le pasó a tu pueblo —pronunció apenada.
Yo, desconcertado, respondí:
—¿De qué hablas?
—Vaya que eres un mundo —sonrió—. Deberías mostrarte como eres. La belleza de tus ojos rojizos no debería esconderse bajo un vil camuflaje humano. Un consejo que deberías escuchar de alguien que no sea tu abuelo. Tal vez así le gustarías… a muchas mujeres.
—¿Cómo puedes ver el color de mis ojos? —pregunté impactado.
Ella sonrió levemente, le dio un beso en la mejilla y se alejó:
—Cuídate, por favor, don. talvez lo que esperas encontrarte alla afuera no sea exactamente lo que siempre soñaste.
—¡Ah, gracias! —gritó ella a lo lejos.
—¿Por?
—Por tu regalo.
Así terminó nuestra conversación. Ya lejos de Duncaster, Miriel decidió acampar junto al camino tras caminar quince kilómetros. Al instalarnos, pude relajarme y repensar las palabras de Kira: «Portas una oscuridad inmensa». Recordé que mi maestro siempre advertía sobre algo dentro de mí… ¿Cómo era? Da igual. No entendí todo, pero sé que ella sabe quién soy. Es como si siempre estuviera desnudo ante ella sin darme cuenta. Caí de nuevo en ese bucle mental y revelé un deseo en voz alta:
—Me hubiera gustado pedirle que me acompañara. Pero sería insensato; tiene responsabilidades.
—Te gusta la nieta del enano, ¿verdad? —preguntó Miriel.
—No… no lo sé. Tal vez… creo que no.
—Estás totalmente loco por ella. Es peor de lo que pensé.
—¿Tanto se nota?
—No quiero matar tus fantasías, pero mi consejo es que la olvides —dijo mientras alimentaba el fuego bajo la noche helada.
«¿Y si te digo que ya no puedes ayudarme?», recordé las palabras de Kira sobre cuando entendi lo que realmente pasaba entre ella, su abuelo, y la pequeña maria.
—La mujer que tanto quieres… duerme con su abuelo.