En el bloque oriental (donde está "El Reino Montesis", "Estado de Zephyria", "Reino de Eldoria", "Bosque de los 7 Reinos", "El Éter", etc.) se encuentra una de las 11 maravillas de este mundo: la Fuente de los Eternos.
Se dice que en tiempos antiguos hubo un pequeño grupo de refugiados cálidos y agradables, sonrientes, fuertes y firmes, de características muy puntuales como orejas puntiagudas, mirada penetrante, voz firme y belleza incomparable entre hombres y mujeres. Dicen que son descendientes directos de los supaibi. Aunque fueran pocos, gracias a su enorme talento y agudeza con las armas letales y la práctica de la magia, se ganaron muchos enemigos.
Pero en aquella época existían muy pocos como ellos. Los humanos, por alguna razón, menospreciaban y casi que envidiaban tener los mismos talentos que los elfos, y los rechazaron. Esa pequeña comunidad fue perseguida y desterrada de cualquier lugar. Pero, al igual que los supaibi, tenían una conexión muy fuerte con lo que yo llamaría la fuente del éter, el lugar de donde fluye todo el éter del mundo.
Escucharon la llamada a un nuevo hogar y emprendieron un camino lleno de sacrificios sangrientos y tristeza. Muchos dejaron cuerpos atrás: hijos, hermanos, madres, esposos. Todos aquellos valientes continuaron con la cabeza en alto hacia un sueño más claro y verdadero que el agua.
Algunos fueron enterrados entre tormentas heladas, atravesaron un infierno y solo quedaban unos pocos entre los sobrevivientes. Pero cada caído en el camino, por alguna razón, dio más fuerzas a los siguientes para creer aún más fuerte en el sueño de llegar a la tierra prometida. Y la fuente de esperanza de ese pequeño grupo inesperadamente salió de una adolescente que pudo vivir sana y salva gracias a sus padres, que antes eran los líderes élficos de ese clan, el clan Fael'Quessir, que más adelante serían nombrados los padres de la libertad élfica.
Aunque la madre de aquella niña fue colgada y la cabeza de su padre decapitada frente a sus ojos, sorprendentemente, la venganza no lo consumió, la ira no tuvo efecto. La pureza de esta pequeña adolescente no tenía ningún sentido, contrastada con este mundo tan cruel. Siendo elfa, podría ser casi inmortal, y siendo tan joven debería estar jugando con otros niños como ella, pero no… Aceptó sus obligaciones como líder del clan y los guio a todos en un viaje que desde el principio solo ella pudo ver. Para algunos, su alma no sería la de una niña, sino que sería tan vieja como un árbol ancestral.
Y su nombre fue la Reina Nivara Calginia I.
Agradecida de una belleza inigualable sobre la faz de la tierra y una tenacidad digna de respeto ante las adversidades, ella ciegamente escuchó el llamado de una entidad desconocida pero plena de gracia y bondad. Y una vez, en un sueño profundo, dejó escapar el nombre de esa misteriosa entidad: Inocency.
¿Y todo el esfuerzo valió la pena, se preguntarán?
Pues cuando llegaron a la tierra prometida, en un terreno amplio, pero devastado, lo que ellos encontraron no estuvo a la altura de sus expectativas. Pero Calginia I insistió en buscar más allá de tierras quemadas, lagos secos y flores muertas: un paisaje entero completamente destruido por el pasaje de la corrupción y las guerras. Pero en su travesía descansaron bajo una cueva anormal. Sus pasillos eran como laberintos en la oscuridad y llenos de kobolds, murciélagos y peligrosos faunos que se movían tan rápido como la oscuridad se escapa de la luz. Tenaces, buscaron y rebuscaron una salida, pero todos llevaban a un callejón sin salida. Todos perdieron la esperanza en encontrar ese paraíso; sus ojos, firmes antes, ahora se veían nublados y débiles ante la desesperación de nunca parar de huir y morir.
El miedo… aquello que parecía que no sentían, deshizo sus ilusiones y su optimismo inquebrantable como arena entre los dedos. Pero la fe de Calginia, aunque con dudas, nunca cuestionó su existencia. Y en un sueño interrumpido, como una rama que se parte en dos, vio el camino. Levantó a los otros, ahora desconfiados de su palabra, y decidieron confiar por una última vez. Llegaron frente a una pared, y todos otra vez mencionaron la pérdida de tiempo. Ella puso las manos sobre la pared fría y pronunció lentamente, con pausas que revelan la fragilidad de un corazón que aparenta soportar con madurez una carga inmensa:
—Luz caída de una fuente, aquí estamos ante ti. Justo aquí, nos llamaste y no hay otro camino —mencionó entre lágrimas—. Por favor, ten piedad de nosotros.
Todos quedaron silenciosos frente a las plegarias de su futura reina, la que más parecía estar segura de lo que hacía. Solo seguía siendo una simple adolescente elfa de solo 200 años, con una responsabilidad mayor a sus capacidades, y todos la vieron llorar desesperadamente. Aunque ella repetía y repetía la vergüenza que estaba causando por sus malas decisiones, manteniéndose fuerte para no parecer perdida en la confusión como todos los otros… pero en ese instante pasó algo que lo cambió todo…
Y entre ese momento y un siglo pasado, los elfos, que aún no habían alzado sus reinos dorados y eran perseguidos por los humanos y otros monstruos, surgió un lugar muy respetado y altamente protegido por la nación élfica, la nación más poderosa del mundo: el reino de Zephyria. Y ese lugar tan protegido es una fuente, un lugar que lo cambió todo, un lugar oculto donde la magia y la gloria se entrelazaban como amantes destinados.
En aquel valle sagrado, entre ríos cristalinos y árboles cuyas hojas susurraban secretos del mundo, dos almas poderosas se encontraron: Élenar, el Príncipe de la Espada, y Nivara Calginia I. A su ascensión como reina suprema, fue llamada la doncella de lágrimas. Además de ser coronada como la primera reina élfica en llevar a la gloria el dominio de los elfos sobre la tierra, fueron la segunda raza después de los supaibi en tener una verdadera influencia en el mundo. Tierras como Montesis, hasta los más extremos del sur, posiblemente pasando cerca o a través del Reino de Eldoria, continuando en dirección sureste, pasando por el área del Bosque de los 7 Reinos y finalmente llegando hasta la parte del reino de Tordontos, que está ubicado en la parte sureste del bloque oriental, eran territorios y dominio público élfico.
Todas las naciones enemigas tuvieron que aceptar el hecho de que los elfos ahora alzan la cabeza y tienen la armada más poderosa del mundo. Después, muchas naciones empezaron a copiar sus estrategias de guerra, su liderazgo, sus reglas y hasta la posición jerárquica de sus soldados. Su riqueza era más de lo que cualquier otra nación soñaría obtener. Se ganaron muchos enemigos del otro continente, pero eran intocables; eran demasiado fuertes. Tenían el control sobre casi el 60% del continente del bloque oriental.
Pero ocurrió una segunda ola de corrupción que abrió las puertas del inframundo, y de ahí poco a poco se fue formando el Bosque de los 7 Reinos hasta establecerse en los años con muchas guerras en el medio. Los elfos tuvieron que ceder tierras para ganar aliados, aunque fueran humanos, porque no existe elfo en este mundo que no esté arraigado a la supervivencia de su especie. Darían todo lo que fuera, por ello, un gesto que la reina Calginia I haría una demostración, muriendo en campo de batalla, dejando sus descendencias al trono.
El Rey Élenar, su marido, era el guerrero más temido de su era, forjado en mil batallas y sin más propósito que la guerra. También murió al lado de su amada. Pero, en cambio, aunque eran dos universos diferentes, la compasión y el amor contra la ira y la violencia, curiosamente encontraron una sinergia mágica para enlazar cuerpos que en el amor dieron a luz a una maravillosa criaturita, inocente en los ojos de Calginia y una bola fría y meticulosa en cada confrontación para su padre, Élenar. Ella era su admiración más grande y un motivo para morir.
Nivara Calginia era el corazón de los elfos, la única elfa capaz de hablar con la esencia misma del mundo: el éter. Sus caminos jamás debieron cruzarse, pero el destino tejió otra historia. Cuentan que cuando los ejércitos enemigos llegaron, el reino de los elfos, Zephyria, estaba condenado. Pero en el centro de aquel santuario, Élenar y Calginia se tomaron de las manos y, en un solo aliento, fusionaron su amor recitando juntos el mantra de un sello muy poderoso. Una explosión de luz envolvió el valle y, al disiparse, solo quedó un resplandor dorado en el agua, un eco de su unión inmortal que purificaría para siempre el paso de la corrupción por sus tierras y nunca necesitarían la ayuda de los supaibi para proteger sus tierras de absolutamente nada, ni de nadie.
Desde ese día, los elfos que beben de esas aguas heredan la grandeza de sus ancestros, el espíritu indomable de Élenar y la sabiduría eterna de Calginia. Y una estatua fue levantada en el nombre de la doncella de lágrimas para recordar a nunca jamás lo que ella representó para el pueblo de los elfos. Y por eso llamaron este lugar la Fuente de los Eternos.
«O eso fue lo que nos contaron.»