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Chapter 18 - EL COMIENZO DE TODO: El día de la asunción de Calenmir - parte 2

Ojos azul celeste, profundos e insondables, piel pálida, casi como si la luz de la luna lo tocara siempre. Viste túnicas de tonos azules y plateados, bordadas con filigranas élficas que representan el emblema del clan Fael’Quessir, representando una generación ya bastante vieja de más de 1000 siglos de vida. Los elfos suelen tener una vida larga de aproximadamente 100 siglos.

En su pasaje sin demora, el consejero le informa:

—Perdonad mi atrevimiento, Majestad, pero este asunto no puede esperar —dijo, llamando la atención de Calenmir, acompañada de Minimus e Index, escondida en su sombra.

 

—Maestro Sindra, su rostro sigue sin mostrar emoción alguna, lo que lo hace aún más difícil de descifrar. Mis flores podrían contagiar su malhumor —respondió Calenmir.

 

—Trataré de mejorar mi actitud entonces, por Su Majestad.

 

—¿Qué es tan urgente? Dime.

 

—El círculo de la corona ha sido reunido, como usted había ordenado. Todos los miembros han sido convocados desde hace media hora y están esperando su llegada.

 

—He cambiado de opinión por ahora. Cancela la reunión por hoy, tengo que pensarlo un poco más. Disculpa la molestia.

 

—No se disculpe, Su Majestad, eso haré —respondió Sindra en reverencia.

 

Levantó la cabeza, admirando cómo surgía Index de rodillas desde la sombra de Calenmir, que la había llamado. Estaba desnuda, con esa pequeña manta peluda en sus hombros, dejando al descubierto su abdomen y tapando vulgarmente pocas partes de su cuerpo.

 

—Sindra, hágame el favor de encargarte de que mis damas encuentren algo digno para mi protectora. Se alimenta de mí, así que solo enfócate en que obtenga lo mejor para cumplir con su trabajo.

 

—Como usted ordene, mi señora. Pero le informo que tenemos una escasez de metal azul para fabricar equipamientos.

 

—Maestro Sindra, haga su trabajo, por favor.

 

—Sí, mi señora —respondió firmemente.

 

El consejero de la reina pidió a Index que lo acompañara y se retiró. Ella esbozó su fatiga y reclamó querer un baño. Al pasar a su dormitorio real, pidió a Minimus que la desvistiera y que la ayudara a relajarse un poco. Entonces, pasó el resto del día en masajes, leyendo algunos libros sobre política y magia.

 

A ella le gustan mucho las flores, algo que no es de extrañarse siendo una descendiente de una conexión con Inocensy. Así que pasó horas y horas en su jardín privado, atendiendo ella misma sus flores, con la ayuda de dos sirvientas autorizadas a estar, tocar y manipular sus flores.

 

Aunque tenga una apariencia fría, le gusta desconectar y pasear en este lugar. Es como su hogar, su infancia y su lugar favorito, rebosante de flores de mil colores y mil olores diferentes que crean el ambiente perfecto. Seguidamente, le trae recuerdos de la persona que más quiso en el mundo: su abuela.

 

Una flor peculiar, con el mismo significado de su apellido pero con diferentes nombres, esmeraldia, destaca entre todas. Es una flor verde fosforescente, incrustada de runas brillantes, dibujadas de forma impecable en sus pétalos. Cada una impregna un aroma con distintos efectos y usos, una flor preciosa que roba la atención por su extrema rareza y, sobre todo, sus cualidades purificativas de cualquier mal, el remedio perfecto para alejar y curar la corrupción de aquel que es infectado y no ha sufrido aún el 50% de la transformación en un monstruo.

 

Minimus, al notar sus ojos distraídos, logra entender que solo en este momento, y únicamente frente a esa flor, sus ojos logran mostrar una sensibilidad que nadie más se hará con el lujo de sospechar de su parte más vulnerable.

 

Una enseñanza sabia del silencio y la observación que dejó crecer en Minimus una flor de empatía y una fuerte convicción por querer aportar más de lo que puede por ella.

 

Es el único momento lejano para ella que le resulta importante, y aunque impensable, él puede sentir la debilidad de su protegida. Pero sabe que no puede protegerla de un dolor que ella misma no quiere cerrar. Así que Calenmir pasa sus horas al lado de esa flor, mirando, pensando y bordeando con delicadeza, sin atreverse ni siquiera a rozar los tricomas de sus pétalos.

 

Y al caer la noche, ella decidió tomarse un baño, sola… con su invitado más leal. A Calenmir no le gustaba mucho tener que pensar y repensar en sus traumas.

 

Ver sus cicatrices le recuerda cuán vulnerable fue en el pasado antes de ser nombrada reina. Minimus, su fiel sirviente y protector, le fue asignado desde pequeña, nació con ella y creció con ella. Nunca se comunicaron, nunca se tocaron, y nunca se miraron hasta que su voluntad cambió radicalmente al crecer. De modo que ella quiso sobrepasar los límites entre un protector y una protegida.

 

En momentos como este, exigía más de él cuando se sentía sola. Esta noche le pidió dos cosas:

 

primero, que calentara el agua al grado que le gusta a ella. Y entre las miradas cruzadas, parecía que la siguiente orden estaba prohibido mencionarla, pero no hacerla.

 

Entonces, Minimus se le acercó, a una reina tímida por las caricias suaves y delicadas de su amante. La agarró entre las caderas, bajando con cautela, acercando sus glúteos a él, amalgamando sus cuerpos en uno, uniendo sus besos y caricias silenciosas como dos adolescentes a flor de piel, que sienten y viven con pasión el momento íntimo.

 

Aunque precavidos, los suspiros desvelan el innegable gusto de la reina por lo prohibido, y la pasión carnal que le provee su sirviente. Los insistentes e irresistibles gemidos de Calenmir no paraban de resonar en los pasillos, aunque Index, cumpliendo con su fiel trabajo, supo no interrumpir y se quedó protegiendo la puerta y la privacidad de su amada y tan codiciada reina.

 

[En la mañana siguiente]

 

Calenmir se despierta en su cama y, desnuda, se dirige hacia el baño. Minimus abre la puerta de su habitación desde fuera, dejando entrar a las sirvientas que arreglen y dejen el desayuno. La dama de compañía, Agaêl Vitrilvil, hace su aparición y saluda a Minimus. Mientras entra en la habitación de Calenmir, nota que se está vistiendo y se disculpa, pero sin problemas, ella le permite entrar.

 

—Entra, Agaêl.

 

—Mir, no olvides que tienes una reunión importante con los altos mandos en el círculo de la corona y…

 

—Agaêl, ¿cuántas veces te tengo que mencionar que le muestres más respeto a tu reina? Te permito cierto comportamiento en privado, pero es inaceptable faltarme el respeto fuera de mi privacidad. De tal modo, es suficiente motivo para enojarme.

 

—¡Ay, Mir! ¿Por favor? Somos amigas desde niñas, conozco todos tus secretos, te gustan las flores y sé que te mueres de deseo por Mini…

 

—¡Bueno, ya cállate! Te escucha.

 

—Ni siquiera habla, Mir —le menciona con una sonrisa, como siempre.

 

—Bueno, ¿qué es lo que quieres, Agaêl?

 

—Sí que cambiaste mucho, cada día estás más amargada. La reunión empieza en 20 minutos.

 

—Agaêl, recuerda que estás aquí solo por tus capacidades resolutivas y no porque en algún momento de nuestras vidas fuimos conocidas. Ponte las pilas, que necesito que estés concentrada, o si no, busco otra persona más capaz que haga tu maldito trabajo. Y te lo pregunto, señorita Vitrilvil, ¿será necesario llegar a tal extremo? —preguntó enojada, con un tono provocativo.

 

Agaêl tiene un cabello largo que ondea como si el viento siempre jugara con él, de un tono que puede variar entre el dorado cobrizo, un castaño con reflejos ámbar, o incluso rojizo, como si atrapara la luz del amanecer. Siempre lo lleva recogido de manera descuidada, con mechones rebeldes escapando en todas direcciones.

 

Sus ojos son grandes y expresivos, de un color rojo ámbar profundo. Su mirada nunca es estática; siempre hay en ella un destello de emoción, curiosidad o picardía.

 

Habla rápido y con entusiasmo, moviendo las manos constantemente al expresarse. Sus labios siempre parecen curvarse en una sonrisa, incluso cuando la reina la regaña. Sus cejas se arquean con dramatismo cuando está sorprendida o indignada, y tiene una facilidad innata para imitar las voces de los demás solo por diversión.

 

Nunca está completamente quieta. Si está de pie, se balancea sobre los talones o cruza los brazos de manera relajada. Camina con pasos ligeros y elásticos, como si fuera imposible para ella desplazarse con la fría elegancia de la reina. Su risa es fácil y musical, a veces incluso burlona, pero sin malicia.

 

A diferencia de la reina, que seguramente viste con telas rígidas y joyas verdes reflejando su fría apariencia que impone respeto, ella prefiere telas ligeras y fluidas, de colores cálidos como dorado, carmesí, ámbar. Si usa joyas, suelen ser pequeñas y con formas naturales: aretes con forma de hojas.

Agaêl, fiel a su reina, sin contar que pocos saben que en algún momento ellas fueron mejores amigas. Agaêl hizo la promesa de nunca abandonarla y, aunque nunca se lo dijo de frente, múltiples veces de niñas solía pelearse mucho en la academia real élfica por la adorable e inocente Calenmir. En esos tiempos, ella sufría mucho acoso por parte de las otras niñas. Agaêl muchas veces se salvaba de la expulsión por ser amiga de la que sería la reina.

 

Calenmir era casi considerada un objeto de desprecio; era muy envidiada por sus compañeras, además de ser la más hermosa y dulce con todos. Desde niña, acaparaba siempre el foco de la atención. Así que se quedaron muy unidas. Calenmir solía ser muy tímida y llorona hasta el día en que su abuela falleció.

 

 

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