Cleopatra se quedó en silencio durante unos segundos… segundos que se arrastraron a minutos, quedándose pensativa, caminando en círculos, mirando al suelo. Luego levantó el mentón y se dirigió hacia el balcón, observando la gigantesca metrópoli de Feirham, con una población de más de 73,443 habitantes.
La arquitectura de los edificios es modesta, hermosa, con elementos rústicos, tonos cálidos, sin olvidar la rigidez de los monumentos. En cada cuadra se ven esculturas con forma de osos, con partes doradas y decoradas con diferentes tipos de diamantes. Se nota que es una nación que ama los osos, al punto de que los astorieños parecen venerar este animal. La alineación de cada asentamiento de esta metrópoli es {Caótico Malvado}. El castillo está construido sobre un lago; las calles son vías de agua por donde es difícil la navegación, y los edificios flotan sobre plataformas de madera.
Sus defensas constituyen murallas de diamante negro al exterior, con piezas de artillería, magos de alto rango, y cada uno de ellos pertenece a un escuadrón diferente según sus especialidades mágicas, con emblemas de manera distintiva.
Varias torres almenaras cuentan con enormes cristales tipo terralitos, hechos con metal azul, obviamente de color azul, que sirven como almacén de potenciadores de hechizos ofensivos. Otros, de un tono verde, funcionan como barrera mágica defensiva. Todos sirven como último frente, con un bastión de 3,529 guardias de la orden de la Segunda División de Astoria. Los edificios más típicos comprenden 24,481 viviendas, herrerías, tiendas, una plaza de torneos, tabernas, posadas, cuartelesгов, talleres, templos, mansiones y un dique seco que permite la construcción de los barcos más grandes y el libre paso de mucha carga.
También hay una sala de saqueos, un lugar para almacenar baratijas, joyas y tesoros saqueados a aquellos que ahora son esclavos o están muertos.
Las armas están prohibidas, y los artefactos mágicos están registrados para la gran mayoría de la población. Para acceder a esta hermosa ciudad con una economía floreciente, el paraíso perfecto para cualquier mercader, los visitantes deben contactar con las autoridades del lugar nada más llegar y obtener un permiso de comerciante. Es la única manera de que un extranjero pueda entrar a esta nación; de lo contrario, por vías ilegales, les sería muy difícil.
El uso de la magia está limitado a los hechiceros aprobados por el reino, y todos con el suficiente talento mágico deben elegir inscribirse en el ejército de las fuerzas armadas del reino o registrarse en un gremio de cazarrecompensas para ganarse la vida, si el individuo decide no ser comerciante o simple granjero.
Los humanos de este continente no poseen poderes natos ni habilidades especiales, más allá del estudio de la magia, la práctica del arte de la espada y el perfeccionamiento de su ingenio, el entrenamiento en tácticas de guerra, espionaje y supervivencia. Nacen sin ninguna habilidad en particular, a diferencia de los humanos del Reino de Montesis, que, por alguna razón, mutaron… o, mejor dicho, fueron los únicos que mejoraron por algún motivo, los únicos humanos con una rareza fascinante.
Por eso, muchos hombres desean a las mujeres bellas y fuertes que se encuentran al otro lado del mundo, anhelando hijos e hijas más capaces que sus padres sin talento nato, algo más que practicar la perfección de los poderes mágicos, que tienen la desventaja de necesitar ser conjurados mediante la palabra.
Se sabe que la nación de Astoria se forjó a base de saqueadores. Antes, eran un reino de saqueadores brutales y avariciosos, hasta la llegada de la reina Cleopatra Ushnar, que lo cambió todo. Aun así, la nación mantuvo esa misma cultura del duelo, y el saqueo modesto para obtener lo que quieren sigue vigente. Esta sociedad es muy materialista.
Calenmir notó la mirada pensativa de Cleopatra admirando el paisaje de su metrópoli y se acercó a ella con cautela, postrándose a su lado sin decir nada. Sus miradas se cruzaron una vez más, y Su Majestad Cleopatra preguntó:
—¿Qué quieres de mí?
—Justamente, mi lord Agarrond, de las tierras del sur, donde se encuentra la frontera entre el enemigo y nosotros, me reportó que el Equipo de Exploradores del Alba, de la Tercera División, acaba de encontrar varias Pantallas dañadas. Sabes lo que significa eso, ¿no? Necesito una fuerza de doscientos mil Keros, de los mejores guerreros y magos de tu orden —respondió Calenmir.
—¿Solo eso? —preguntó Cleopatra.
—Me vendría bien algo más, como tu Gran Caballero de la División OMEGA —añadió Calenmir.
—¿Quieres que te entregue a mi general, la última línea ofensiva de mi reino? —mencionó Cleopatra entre una sonrisa confusa que se extendía de una punta a otra, revelando la ironía de su pregunta.
—Yo quiero recuperar mis tierras, y tú quieres la Lagstone. Me parece un buen trato. Porque si mi plan falla, la calamidad que retienen mis Pantallas acabará con la humanidad tal como la conocemos. Una vez que se hayan levantado, ten por seguro que será el fin del mundo —terminó Calenmir y se retiró, dando la espalda a Cleopatra.
Pero después de unos segundos, Cleopatra la detuvo para intentar una negociación:
—Calenmir, no puedo entregarte a Moroni, y como reina me entenderás, ¿verdad?
—Cierto, pero si quieres obtener esa gema, necesitas hacer sacrificios, como yo los hago. En veinte míseros años, me doy cuenta de que, además de tu cara envejecida, todavía no has cambiado en nada, Ushnar —replicó Calenmir.
La reina, aunque joven y hermosa, perdió los estribos por unos segundos ante la ofensa de Calenmir y respondió:
—Y tú, en los pocos días de tu reinado, dividiste un mundo en paz que llevaba decenas de años, sometiste a un reino entero y pusiste a medio continente en tu contra. Destruiste a propósito tus Pantallas para amenazar a todos los reinos cercanos, y más aún a tu gente. Estás más loca que el Rey Loco… Calenmir, estás jugando muy sucio, ¿sabes? La última vez que te vi eras apenas una adolescente… y, por las garras del Oso, nunca pensé que cambiarías tanto en tan poco tiempo, considerando tu raza.
—… Pero bueno, da igual. Tendrás a Moroni solo por veinticuatro horas, y nadie tiene que saber de esta operación —concedió Cleopatra.
—No me culpes, querida compañera. Tengo que asegurarme de que hagan su trabajo; mis enemigos están demasiado tranquilos. Pero veinticuatro horas es muy poco; lo quiero por tres días —insistió Calenmir.
—Calenmir, eres una formidable aliada, pero lo máximo que puedo ofrecerte son dos días para que sigas con tus planes —respondió Cleopatra.
—De acuerdo, tenemos un trato —dijo Calenmir, extendiendo la mano y apretándola firmemente sin apartar la mirada.
—Te entregaré a Moroni con una doble identidad bajo la clave de “Joshua MO” —anunció Cleopatra.
—MO, ¿eh? ¡Ok! Como lo prefieras, querida. Te haré saber cuándo o el día que lo necesite —terminó Calenmir, y siguió su marcha hacia la salida del cuarto insonorizado con magia. Pero antes de salir, se quedó entre la salida de la puerta, miró atrás a Cleopatra, que estaba distraída en el balcón, y le dijo:
—¿Me pregunto cómo vas con tu interés romántico? ¿Ya hicieron la épica declaración de amor jamás vista en el mundo entre reinos?
—¿Quién…? Nunca le dije nada a nadie sobre… —respondió Cleopatra, cortada por la pregunta sorpresa de Calenmir.
Acto seguido, Cleopatra le preguntó cómo se había enterado de ese tema. En ese preciso momento, el rostro de Calenmir empezó a dibujar una sonrisa larga pero burlona hacia Cleopatra. A continuación, Calenmir le respondió mientras cerraba la puerta lentamente:
—Tengo ojos y oídos por todos lados, como tú, querida. Adiós… y fue un placer hacer tratos contigo.
Dos semanas antes de la invasión de Zephyria…