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Chapter 21 - EL COMIENZO DE TODO: El dia de la asunción de Calenmir - parte 5

Después del anexo de las tierras eldorianas, el renombrado Reino de Zephyria comenzó a producir y explotar las minas de eldorium con un 70% más de eficacia que los mismos theriantropos que vivían y ganaban de esas minas.

 

La economía élfica, en solo una semana, explotó al alza, creando más trabajo en muy poco tiempo. Los enanos de los reinos más cercanos empezaron a ser contratados, teniendo en cuenta la eficiencia y el empeño de estos pequeños hombres valientes.

 

En diez días, el poder militar de Zephyria pasó de 30,782.5 Keros a 67,565 Keros, duplicando la capacidad ofensiva y defensiva del reino. Se mejoraron las armas y las armaduras; todos los materiales que usaban diamantes rojos como material básico, con una durabilidad pésima, fueron desechados o usados para el entrenamiento intensivo de reclutas novatos, elfos que apenas se alistaron a las fuerzas. Entre ellos había magos, arqueros/as y espadachines. La reina mandó que, de ahora en adelante, todas las armas, armaduras y artefactos de los elfos estuvieran forjados bajo el calor de un horno, y la potencia del eldorium fundido brillaba como las estrellas, incluso bajo la luz del sol.

 

Gracias a esta mejora, el bastón de los mejores magos de Zephyria tiene cinco veces más potencia y duración al conjurar cualquier tipo de hechizo. Las espadas, dagas o cualquier arma con filo tienen un 37% más de letalidad, y aún más cuando están imbuidas por un hechizo.

 

La reina decretó que, de ahora en adelante, Zephyria sería la mayor proveedora y consumidora de eldorium sobre la faz de la tierra… y así fue.

 

Solo quedaba ver: ¿cómo lograría ella avanzar más que retroceder ante la corrupción? Ante el más mínimo error por parte de ella o sus vasallos, traerían como consecuencia la alteración de una ciudad entera de theriantropos, humanos y elfos, en un nido salvaje y macabro de seres vivos que alguna vez fueron hombres y mujeres honestos e inocentes, convertidos en una transición que toma solo un día o menos en faunos, kobolds, ogros y más monstruos despiadados comehombres, como los infames wendigos.

 

O peor aún… en Sears, las bestias más temidas del inframundo, que solo acechan a sus presas en manadas innumerables, como una plaga de cucarachas, que pudre tu piel con su presencia.

 

El mismo bosque está lleno de ellos, dormidos… esperando pacientemente al más valiente estúpido que los despierte de su estado de hibernación.

 

Seguirán así hasta el día en que el olor de un ser vivo, no muerto como ellos, acaricie por lo más mínimo el agudo sentido del olfato de uno de ellos.

 

Y si llega ese día, hasta para el rango más raro de ver en el mundo, el rango 8, sería una tarea extremadamente difícil sobrevivir a esta calamidad abandonada sobre la tierra.

 

Y… quién sabe cuántos de ellos habrá en las profundidades de este bosque maldito.

 

La reina aprovechó ese momento para pedirle a Agaêl que preparara una audiencia con la reina de Astoria, para estrechar aún más las relaciones entre ellos. Ella lo agregó a su agenda para mañana.

La guerra contra la corrupción todavía no había empezado, y Calenmir sabía que necesitaría ayuda militar para cruzar una marea de incertidumbre como la corrupción, sin arriesgar sus tropas y acabar con su nación queriendo encontrar una mina de metal azul.

 

Todo hasta ahora estaba progresando justamente como ella lo vio. Fue entonces, en un momento de silencio, cuando llamó a Minimus para encargarle un trabajo sumamente importante: llevar a cabo una misión de espionaje con un grupo de Grises de dos miembros, hombre y mujer, muy fuertes, que no tienen nada que envidiarle a la mismísima reina. El primer integrante lleva el nombre de Moroni, que aún no estaba presente, pero ella comenzó:

—Minimus, te entrego una misión que solo tú puedes llevar. Encuentra el punto débil del Rey Loco, recopila toda la información sensible que puedas. Puede que nuestro aliado inmortal tenga muchos secretos escondidos que me vendrán muy bien para cumplir mis planes, y a mí no me gustan los secretos.

 

—… —Minimus pareció decir unas palabras sin sonido que Calenmir entendió solo con cruzar la mirada.

 

—No importa. Usa los métodos que quieras, pero que tu presencia allí sea nula. Un error y podrías romper nuestras relaciones unilateralmente; la mayoría de nuestros alimentos vienen de esos humanos —continuó la reina.

 

—El frío come nuestras cosechas, y el norte no produce tanto como debería producir —volvió a mencionar.

 

—… —respondió Minimus en silencio.

 

—Confía en mí. Lo lograremos.

 

—… —

 

—No te preocupes por mí. Recuerda que tengo a INDEX protegiéndome. Ustedes dos son en los que más confío, así que, ya, por favor, sal de mi vista. Pero antes de que te infiltres en las fuerzas armadas del reino de Montesis, recuerda que, de ahora en adelante, responderás bajo el nombre de “Gregory Newland” y vienes de un pueblo llamado Dunkaster. Agaêl te entregará todo lo que sea necesario para que actúes como tal… ¡Ah! Una cosa más: no te atrevas a mirar a otra mujer —terminó la reina.

Minimus se inclinó ante ella, su cuerpo empezó a arder y rápidamente comenzó a desintegrarse desde las moléculas hasta que se volvió humo, saliendo por la ventana de la recámara de Su Majestad.

En un viaje de dos días, Calenmir se encontró con la reina de la Gran Monarquía de Astoria en una audiencia, donde ambas partes deseaban entrar en una negociación para defender los intereses de cada una.

 

Calenmir avanzó lentamente, acompañada de Agaêl, al centro de la sala del trono de la reina de Astoria, un enorme cuarto decorado con impresionantes estatuas de osos, estratégicamente iluminado con hechizos de luz artificial. Casi parecía una fortaleza: cada rincón del cuarto parecía haber sido esculpido por los mismísimos dioses. Enormes columnas se alzaban desde la entrada hasta el centro del lugar, y en medio de cada columna ondeaba la bandera de la Gran Monarquía de Astoria, con lo que parecía ser la figura de un oso rugiendo, ornamentada entre un símbolo circular y un color dorado sobre un fondo púrpura casi pálido.

 

Los soldados desenvainaron sus espadas y las alzaron a la altura de la cabeza de la reina Calenmir, uno por uno, creando un efecto dominó durante la marcha lenta de la reina hasta el centro de la sala. Cuando llegó, se detuvo y admiró la silla del trono, tallada por los mejores artesanos del mundo, hecha únicamente con diamantes negros, con la figura de un oso en cada parte de los reposabrazos. En ella estaba sentada la reina Cleopatra Ushnar, líder del reino considerado una potencia militar después del Estado Soberano de Miwova, sus hermanos más cercanos.

 

Cleopatra le dio la bienvenida a Calenmir. Se sorprendió al ver a la reina de los elfos presentarse en persona, sabiendo que tenía tantos enemigos en este lado del continente. Cleopatra se levantó para recibirla como era debido y la invitó a pasar a una sala más privada donde pudieran conversar con total tranquilidad. Luego de sentarse, Calenmir comenzó:

 

—Querida hermana y soberana, agradezco vuestra hospitalidad. Es un placer volver a veros.

 

—Calenmir, no hace falta que seas tan condescendiente conmigo, pero el placer es mío. Nuestros reinos llevan muchos años en convivencia, y más en tiempos difíciles —mencionó la reina con un acento parecido al ruso, tratando de articular palabras en español.

 

—Bien. Espero que esto siga así —respondió Calenmir.

 

—Se dice que el rey bestia del norte quiere tu cabeza. Te acusa de esclavizar a sus hermanos; es un ser bastante peligroso —advirtió Cleopatra.

 

—Solo son amenazas vacías de unos animales salvajes —replicó Calenmir.

 

—Dudo fuertemente que dicho rey pueda siquiera acercarse a ti más de diez metros sin que sea descuartizado por lo que sea que esté escondiendo en tu sombra —observó Cleopatra.

 

—Me impresionas. Tus sentidos son muy agudos; solo unos pocos pueden percibir su sed destructiva —reconoció Calenmir.

 

—Pues… la presencia de la reina de los elfos en mis aposentos tiene que ser un momento único. ¿Qué se le ofrece? —preguntó Cleopatra.

 

—Como usted lo sabrá, tomé posesión de las tierras de las bestias de Eldoria. Mi objetivo es tomar posesión de las tierras que nos fueron robadas por la calamidad que nos pesa a todos: el Bosque de los Siete Reinos. Sus suelos están ricos en metales preciosos, metal azul, criftones, y tierras aún fértiles con solo el mínimo trabajo, además de ser un punto estratégico que podría reducir el costo de exportación… —explicó Calenmir.

 

—Verás, Calenmir, a la Gran Monarquía de Astoria no nos hace falta ni tus tierras podridas ni los metales que ofreces. Producimos en menor cantidad, pero lo cierto es que, con lo que tenemos, seguiremos siendo la fuerza más letal del mundo. Astoria es soberana y, hasta ahora, tu propuesta no parece estar en nuestros intereses —respondió Cleopatra.

 

—Fíjate que mis subordinados encontraron un elemento interesante, codiciado y misterioso. Pero es una pena tener que abandonar un ataque a gran escala contra los innumerables monstruos que resguardan en el fondo de ese bosque la gema de la realidad… —insinuó Calenmir.

 

—¿Encontraste la Lagstone? —preguntó Cleopatra, atónita, levantándose de su silla.

Calenmir se quedó en silencio. Sus miradas se cruzaron, y la seriedad de Calenmir confirmó sus declaraciones.

 

 

 

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