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Chapter 26 - EL COMIENZO DE TODO: Primer camino - parte 2

Pero casi a medio camino de llegar a su destino, estaban cerca, pero recorriendo dicho bosque que representaba un peligro probablemente ambiguo, según la opinión del señor jornalero, que maniobraba bastante bien el caballo que tiraba de esta carreta.

Solo que… a Don se le ocurrió hacer una pregunta interesante:

—Gregory, ¿hacia dónde te diriges?

—Mmm. Yo me dirigí hacia la villa de Duskfort de Valdric, para tomar el próximo barco hacia Varnok.

— ¿Varnok? —preguntó confundido.

—Es allí donde acaba nuestro viaje, Don —mencionó Miriel con un tono neutro y frío, seguido de unas palabras que no dejaban de demostrar escepticismo en las intenciones de Gregory. Mientras se ponía de pie, dando la espalda, prosiguió mirando los laureles que desfilaban uno por uno a una velocidad modesta, dejando atrás las hojas sueltas y machacadas por las ruedas de madera del carrete… Lo malo era que también el ruido resonaba en la profundidad del bosque… en una oscuridad donde los maleantes aprovechaban su silencioso escondite… vigilando el momento y el instante adecuado para atacar.

—Cuando menciona Varnok, es la bestia que veneran la gente que vive en el Reino de Montesis, pero curiosamente solo los norteños los llaman varnokienses... zephyrianos.

Un comentario al que Gregory ni siquiera prestó atención.

Definitivamente, no hubo una razón para ignorarse, tanto Miriel como Don.

Pero ellos, en algunos momentos, miraban hacia los costados…

A veces, sus miradas se cruzaban.

Pero sus expresiones faciales nunca revelaban ninguna emoción del uno hacia el otro, una total y completa indiferencia.

Una se aferraba al hecho y circunstancia de su personalidad, sin evitar justificar que ella simplemente quería hacer su trabajo o encontrar otro cliente más interesante para sus viajes. Y uno se mantenía sereno, de pronto curioso, tras su pequeño intercambio con su nuevo “amigo”, Gregory. Más que nada, ya no quería seguir viajando y deseaba volver a su pequeño pueblo perdido.

Ya llevaban casi seis horas de viaje, y aunque los radios de la rueda de madera se chillaban y ciertas veces parecían ligeramente descarrilarse de su eje, mientras que no paraban de saltar cuando se topaban con suelos medianamente rocosos, en sus miradas no parecían importarles mucho ni a Miriel, vigilando el bosque por el que se encontraban, ni al dueño del carruaje.

Don esperaba en silencio la llegada al siguiente pueblo, que estaba a una hora de donde se encontraban, hasta que Miriel le gritó fuertemente al señor que parara el carrete, porque sentía que algo andaba mal en el camino. El hombre, no queriendo escuchar aunque Miriel le dijese que era guía y que se dedicaba a recorrer el mundo… pero, al parecer, al viejo humano le importaban tres garras de Varnok, y una polla, quién era, o lo que fuera o dejase de ser.

Entonces, siguió corriendo, ignorando la advertencia, pero al rato, cuando el hombre escuchó un pequeño ruido venir del bosque, ya era tarde para arrepentirse de su estúpida decisión.

De pronto, la carreta empezó a moverse cada vez más lenta, como si hubiera una pesada bola arrastrándola hacia atrás. Fue poco a poco hasta que se detuvo por completo.

En ese instante, al contrario de quedarse quieto, Don, Gregory y el viejo no se habían dado cuenta hasta que sintieron que el carrete estaba siendo tragado por algo desde abajo, sin mencionar el calor intenso que empezaron a sentir.

Miriel no parecía para nada sorprendida, es más, llamó a los otros a que vieran. Don alargó la cabeza para mirar afuera y, al bajar la cabeza, sintió un calor intenso: era lava… lava hirviente. Empezó a hacerse muchas preguntas, como quién era capaz de hacer esto… pero luego se solidificó, atrapando la carreta y el cargamento bajo lava solidificada.

En este punto, Miriel esperaba el momento… Ella ya sabía quiénes eran. En su conclusión, les dijeron a todos que esto era un movimiento de ladrones y empezó, pero fue interrumpido…

—Ninguno muestra la cara… eso no es… —dijo antes de que una daga atravesara sus sentidos y, por un pelo, pudo esquivarla a tiempo.

Como ella se dio cuenta muy tarde, la daga pasó a tal velocidad que sus reflejos no pudieron agarrarla cuando lo notó, y entonces le rozó, cortándole unos hilos de su peinado. Y mientras miraban, en extrema lentitud, cómo la trayectoria de la daga iba hacia Gregory, ella no intentó nada para pararla, como si ya supiera su trayectoria.

En ese momento, nadie debería poder agarrar una daga a semejante velocidad sin estar ya preparado o atento a su llegada, pero Gregory la atrapó con dos dedos, cerrándolos de manera seca, deteniendo toda la cinética que traía consigo, como si nada. Y aunque fuera intencional de parte de Miriel, vio que Gregory no era una persona cualquiera.

Y Don ni pendiente estaba, y se sorprendió un montón cuando vio lo que hizo Gregory. Rápidamente, Miriel gritó que mostraran la cara porque sentía su flujo de éter, apestando por más que lo contuvieran.

Y detrás de los árboles salieron caminando, tranquilamente, un grupo de cuatro hombres y una adolescente. Un grupo de ladrones profesionales que llevaban armadura de cuero de buena calidad, armas limpias y en buen estado, pero perfectamente podrían ser cazadores de recompensas, ya que cada uno de ellos llevaba elementos interesantes y valiosos para ser ladrones.

Gregory dejó un comentario que sorprendió bastante a Miriel ya Don:

—En mi vida había visto ladrones tan bien equipados, son ladrones exitosos —dijo con gracia en este momento tan tenso—, pero bueno, chicos, yo no participo en esto, soy artista, no guerrero. Tendré que abandonaros si os matan.

Y se volvió a sentar tranquilamente, como si nada hubiera pasado.

Miriel frunció las cejas cuando terminó de hablar. Molesta, bajó de la carreta junto con Don, pero le dijo, molesta:

—¿Crees que puedes pelear? —le preguntó a Don.

—Claro que puedo.

—Más te vale que sí, hijo del búho.

Don la miró y no respondió, enfocándose en los cuatro tipos que se pararon mirándolos. Pero luego, Miriel, teniendo dos hermosas dagas por debajo de las mangas, se las retiró al mismo tiempo, poniéndose en postura, agachada, con una mirada fija y asesina sobre sus enemigos. Y mencionó:

—Info.

Y el criptocristal que tenía enganchado en su cintura se iluminó y mostró, nada más que ante sus ojos, información básica pero sumamente importante sobre sus enemigos.

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[Mostrando información]

| Raza: Humana

| Género: Masculino

| Nombre: Bruno

| Apellido: Tapia

| Edad: 33 años

| Clase: Tanque

| Habilidad: Coloso - lv 2

| Tipo de magia: Azul

| Rango: 4

| No poder. de Éter: 350

| Raza: Humana

| Género: Masculino

| Nombre: Vargus

| Apellido: Prado

| Edad: 26 años

| Clase: Asesino

| Habilidad: Modo Espectro - lv 5

| Tipo de magia: Azul

| Rango: 4

| No poder. de Éter: 350

| Raza: Humana

| Género: Masculino

| Nombre: Vulcra

| Apellido: Ashend

| Edad: 26 años

| Clase: Hechicero

| Habilidad: Usuario de fuego - lv 3

| Tipo de magia: Azul

| Rango: 4

| No poder. de Éter: 350

Aunque Miriel parece ser una viajera, una guía que ayuda a aventureros a explorar el vasto mundo, en realidad, esa vida era solo una fachada de su verdadera vida por las noches, para tapar su cercanía con el grupo anterior que se enfrentó con Don en ese oscuro pasillo convertido en escombros, y echando olores a cenizas.

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