Y inmediatamente desde donde estaba, se volvió más cínico y turbio, lanzándome muchas agujas de hielo afiladas, más bolas de agua comprimidas, sin parar, gritándome una y otra vez:—¡Muéstrame!
Entonces tenía que protegerme y esquivar el doble de rápido, pero no noté que las bolas de agua que esquivaba volvían. Eso era impresionante, pero al darme cuenta ya tenía dos bolas comprimidas en la cabeza hasta que los otros se juntaron formando una masa más grande.
Al romper mi defensa, me lastimó clavando una aguja de hielo en el muslo de mi pierna derecha. Al gritar de dolor, tragué agua y empecé a ahogarme. Me olvidé del dolor porque sentí que iba a morir. María, que aún no podía levantar a su madre, gritaba por mí, pero yo no sabía qué hacer. Me aferré a la idea de que es mala idea matarlo. Estaba desesperado intentando salir, pero no podía. El agua, el flujo de agua también empezó a comprimir mi cuello, y escuché como de lejos que se reía y me dijo algo que me hizo cambiar de parecer:
—Estás intentando tapar que no eres un puto chiflado como nosotros, pero te propongo algo: o me dejas que me vaya con estas dos chicas que tanto quieres proteger o las mato frente a tus ojos ahora —dijo mientras les apuntaba.
Inmediatamente grité de ira por la impotencia:
—¡Que se pudra en el infierno!
Y levanté bajo su pie izquierdo una forma de roca larga y puntiaguda, que le partió el pie y crecía rápidamente hacia su cabeza. Pero el buen maldito hijo de puta, es inhumano: con sus reflejos lo esquivó y lo partió a la mitad, evitando la punta. Pero del sufrimiento se desconcentró: la bola de agua concentrada se deformó y, por un segundo, mirándolo sufrir por su pie malherido, se sentía bien por fin tener poder sobre él. Intentó correr hacia mí desesperado. En el momento inesperado, mi cabeza me hizo un clic y me di cuenta del suelo.
Formé una tierra solidificada que congelaba sus movimientos, y al otro, que apenas logró ponerse de pie, le hice lo mismo. Y con cada uno empecé a encerrar y comprimir sus heridas para causarles más dolor donde más duele… Gritaron y gritaron, y por un momento sentía y me enfocaba solo en causarles dolor. Pero en eso, por fin aparecieron los guardias.
—¿Pero qué es todo este alboroto? —me miró.
No sabía qué responder, pero lo que menos entendía era por qué me miraba a mí si soy yo la víctima. Inmediatamente miré a mi alrededor y noté que había dos hombres raptados y sufriendo, una madre que apenas se está levantando y su niña llorando con los ojos cerrados, aferrada a su mami, y dos personas muertas. Y yo, parado en medio de todo esto… soy un sospechoso. Estoy jodido, pensé.
—Eh… yo… yo no hice nada.
El guardia me miró y miró a la Maria y a Kira, pero cuando kira vio que soy yo, me reconocio y se sorprendio, pero no dio la mejor cara.
El tipo sucio vio la ocasión y la aprovechó para salirse con la suya:
—¡Guardia, nos tendió una trampa y nos atacó! Yo y mis compañeros intentamos proteger a estas damas indefensas de este pervertido. Nos resistimos, pero algunos de nosotros no…
Enojado, grité:
—¡Cállate, maldito sapo!
E inmediatamente lo encerré aún más hasta romperle la pierna izquierda por completo. Obvio que gritó, y me aseguré de que, a la misma vez que los guardias se lanzaron sobre mí para arrestarme, yo baje el dedo indice para que ese maldito nunca vuelva a hablar en su vida.
—Arresten al chico —dijo uno de los cuatro guardias que llegaro.
Dejé que me atraparan para que hicieran lo que tendrían que hacerme. Supongo que matarme. Me van a ejecutar, pero rápidamente viene la pequeña María a mi defensa:
—¡Suéltenlo, él no hizo nada!
—¿Y ahora qué le hiciste a la niña, pobre sucio?
Y golpeó la pierna del guardia. y grito — ay pequeña moco...— Como la niña tiene tremenda fuerza para su edad, estoy seguro que el guardia lo sintió.
—¡Que lo suelten! Don nos protegió.
Pero ya veía mi desgracia. El guardia lo alejó, y como Kira, apenas consciente y en shock, se quedó en el suelo sin decir nada, mirando al vacío. La llamé para intentar hacer algo, pero no me escuchaba. Creo que estoy igual o peor. Y yo que pensaba conocer a mucha gente nueva, ir a mi primera aventura, enamorarme de una guapa chica y vivir juntos felices, como abuela y maestro… Pero voy a morir antes de que todo eso pase…
—¡Suélten al jovencito!
—Señor, pero…
—¡Capturen al otro que intenta escapar delante de sus narices, par de tontos!
Y efectivamente, cuando levanté la mirada, vi que el usuario de fuego intentaba huir lentamente. Hasta que intentó correr, pero el capitán, o parece ser el jefe, aquel mismo hombre imponente que me advirtió sobre las noches por este lugar, lo electrocutó enviándole una ráfaga de rayos encima. Y aprendí que el tipo era un usuario de rayo, una de las habilidades más sobrevaloradas del mundo.
—Ya suelten al chico y captúrenme a ese rufián. Llévenlo a la capital de Montesis.
—Sí, señor.
Me miró indiferente, como lo hizo antes, con una mirada que no juzga pero con palabras que sé que duelen:
—Te lo advertí, chico. "Por un momento, creí haber escuchado a mi maestro. ¡Qué horror!", pensé. Y siguió:
—Siempre andan con su jefe de la peor calaña, de rango 4, que se cree la gran cosa. Han hecho muchas cosas feas en casi todos los pueblos. Son buscados y son parte de una banda de rufianes denominada Las Serpientes Lloronas. Pero tuviste suerte de que habíamos llegado lo antes posible.
—Oye, ¿de qué rango eres?
—Rango 4, ¿por qué? ¿Quieres unirte al ejército? Siendo tan heroico, podrías tener talento. A pesar de tu aspecto, resististe a un rango 4 y a otros tres tíos. No esperaba menos del hijo del Buho. Te podría ayudar a entrar. ¿Qué dices?
—Bueno, gracias por la oferta, pero no hace falta. No quiero vivir ese tipo de vidas.
Pero dije en voz baja: ¿Pero qué rango tendré yo?
—¡Don, ayúdame! Mi mamá no reacciona, no sé qué hacer.
Rápidamente intenté caminar hasta llegar a Kira. Al verla, solo se quedaba quieta, los ojos llenos de miedo y bien redondos, como muy distraída en un vacío en el que se está ahogando. La toqué e intenté preguntar si estaba bien. Y, de la nada, al instante que la toqué, volvió a la normalidad. Me quedé mirándola sin decir nada, no entendía. Ella miró a su hija, miró alrededor, y el guardia le preguntó igual de confundido si se encontraba bien. Después de un minuto perdida, ella respondió:
—Sí.
Volvió a mirarme y se quedó así durante segundos, perdida en mis ojos…
—Kira, ¿estás segura de que estás bien?
Pero después de preguntarle, es como si la hubiera sacado de quicio. Solo tomó la mano de María y la forzó a irse sin decir nada a nadie. Lo llamé una y otra vez, pero no me dio ninguna atención. Y ahí noté que esto me pasa por pensar que voy a salvar a alguien. «Nunca te creas un héroe», decepcionado, volví a pensar en las palabras de mi maestro. Y a veces odio que tenga razón. Pero igual sigo preocupándome por ella.
—¿Estará bien? —pregunté al aire.
—No te preocupes. Es una madre muy dura, a pesar de perder a su marido en la guerra contra los impuros ya hace más de 20 años. Y tiene una habilidad muy especial que he escuchado pocas veces. Eso a veces la hace ver un poco distante con las personas.
—¿Y cuál es? —me miró y continué—. Solo por las dudas.
—Tiene una habilidad que le permite absorber, manipular y sentir lo que siente la persona que entre en contacto con ella.
Justo ahí me llegaron tantas preguntas, recuerdos y dudas. Pero me pregunté por qué me miraba tanto.
—Bueno, chico, me voy. Y si cambias de parecer, me llamo Balthar Ulrich. El ejército del frente necesita nuevos talentos para hacerle frente a la amenaza del Bosque.
¿Se estará refiriendo al Bosque de los Siete Reinos, la calamidad que se está comiendo e infectando poco a poco los reinos cercanos? Pero igual son cosas que no me interesan. Por lo menos, yo quiero vivir, tener mi fortuna, una casita… Y de repente me derretí en mis propios pensamientos al pensar en tener una novia… Qué ilusión, enamorarme de una persona.
Mientras tanto, yo en mis bolas pensando en estupideces:
—Señor, no hemos encontrado al jefe de estos lacayos. Lo perdimos… Estaba justo aquí, nos volteamos y ya no estaba.
—¿En serio? Me parece bastante raro que pudiera huir de ti, Roma.
—Logró sentir una presencia además de nosotros, pero el problema es que está aquí, pero lejos… ¡No sé! Debo de estar un poco cansado. Llevo algunos días sin dormir. Están solicitando muchos rastreadores en el frente estos días. Dicen por ahí que el bosque está más activo de lo normal.
—No importa… Mientras que los caballeros de la segunda división estén en el frente, todo estará bien. Pero lo que importa ahora es encontrar al presumido de rango 4, que ya se me ha olvidado el nombre.
—Baldhur, señor.
—Sí, justo ese. Don, no sabes… Oye, ¡Don!
—¿Eh, sí? Es que… estaba imaginando…
Al instante noté que estaba haciendo el ridículo y me disculpé:
—Bueno, lo siento, jeje… Y… ¿y bien?
Se quedó mirándome como diciéndome: ¿Y a este chaval qué le pasa? Y me preguntó:
—¿No viste al tipo del rango 4?
—No. No lo sé. Tal vez se habrá escapado ese sucio.
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Y mientras tanto Don hace estas afirmaciones, Baldhur está a más de 10 metros bajo tierra, forzándolo a tragar la tierra por la boca mientras intenta gritar por el dolor y el cansancio de tragar tanta tierra sin parar, hasta que se desmaya. Suponemos que la idea de Don no era solo enterrarlo. Parece no estar jugando cuando decía que le daría el equivalente a su maldad.
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—¿Estás seguro de que no lo sabes? —volvió a preguntar el señor Balthar.
Pero, mirándome a los ojos, le volví a decir que no sabía nada. Y de una forma logré escabullirme.
—Bueno, ya tengo que irme porque me queda ir a la herrería que todavía no he ido.
—Ya está cerrado, pero te acompaño, ya que te ves apurado y ese malhumorado no te va a abrir ni de coña.
—¿Así? Pues me parece bien. je, je... je
—Entonces vamos.
Y miré atrás y noté el desastre que dejé en el lugar… Pero tampoco es como si fuese culpa mía. Bueno, en parte sí, pero en realidad… no. No es mi culpa, fin.
Durante el camino, le expliqué al señor Balthar sobre mi próximo viaje y, sin nada, se propuso ayudarme con tal de que entre en el ejército… Sigue insistiendo, pero igual a mí no me interesa. Al llegar frente a la herrería, me pasé un tiempo mirando lo simple que siempre son las tiendas de por aquí: una casita de madera simple, las escaleras desgastadas de siempre, la lamparita en un lado… Todo lo típico de una taberna de madera. Pero me pregunto si las casas de la metrópolis serán iguales a estas.
—¡Victor! —gritó el señor Balthar.
Empezó a llamarlo más y más fuerte hasta que escuchamos unos pasos lentos pero potentes que hundían las planchas del suelo. Las sombras largas que se escapaban bajo la luz de la puerta definían un cuerpo macizo e imponente. Justo ahí se paró durante dos segundos frente a la puerta, y lo sentimos. Por primera vez, cuando abrió la puerta, noté que mis ojos subían y subían al ver a un gigantesco enano.
Parece que me había imaginado cosas. Bajé la cabeza y, capaz que ni siquiera podía medir un metro cincuenta, y de imponente, nada. Pero su voz… es para derretirse de lo tan grave que es.
—¿Qué quieren?
—¿Qué? ¿No te alegra verme, viejo amigo?
—Nunca te cuesta decir pendejadas, ¿verdad, Balthar?
De pronto me quedé mirando a dos tipos rudos e imponentes queriendo matarse. Miré de un lado al señor Snuch y del otro al señor Balthar… ¿Qué hago? ¿Me meto? Pensándolo bien, uno es de rango 4, y el otro, para mirarlo así, tendrá que estar al mismo nivel o más… ¡No!
Definitivamente, sí es una muy mala idea. Me alejé dos pasos y después más, poco a poco…
—¿Qué haces? ¿A dónde vas? —preguntó Balthar.
—Bueno… es que… se ven enfadados, ¿no?
—¿Qué va? Si el tío es mi pana. ¡Crazy, real está la muerte! —¡Y baaam!—
Balthar le dio un manotazo en la espalda con una hermosa sonrisa agraciada de benevolencia, mirándome a mí y a él. Pero creo que no le gustó nada al señor mister Snuch, devolviéndole una mirada directa y silenciosamente penetrante. De repente, me miró a mí y me dijo:
—¿Qué quieres, chico? Supongo que este mongo te trajo a ti.
—Solo necesita comprar un anillo, ya que está por irse en su primer viaje por las tierras del conde Richard Choiniere —respondió por mí el señor Balthar.
—¿Qué anillo? Bueno… Mis modales: puedes pasar. ¡Tú no! —refiriéndose al señor Balthar.
Insistió en querer entrar, pero no lo dejó entrar, al final, lo dejó esperando afuera, pero igual dijo que si iba. Ni siquiera el señor mister Snuch le dejó que se despidiera y le cerró la puerta en la cara.
—¿Por qué son enemigos si parecen ser amigos?
—Somos amigos, pero me debe 1500 monedas de oro por todo lo que lleva encima, el buen tacaño, con todos esos nobles superiores que tiene en el bolsillo. Cuando me pague, voy a reconocer su amistad… ¿Y qué anillo quieres? ¡Cuéntame!
—Un anillo común.
—¿Un anillo común? —preguntó confundido—. No se compran, se hacen, chico. ¿Y para qué quieres un anillo común si podrías solo decirme el tipo de anillo imbuido y lo que hace?
—Lo que quiero no creo que puedas hacerlo.
—No me subestimes, chico. Te aseguro que te arrepentirás.
—Entonces, ¿podrías hacer un teletransportador a base de metal azul que, solo con presionar un botón, el lugar en el que te imaginas podrías llegar al instante?
—¿Qué tonterías dices, chico? Eso es imposible.
—¿Imposible? ¿Qué dices si esto es de lo más básico?
Inmediatamente le di una demostración y, evidentemente, se quedó pálido al notar. Me volvió a decir que no es posible, y se lo demostré una vez más. Me pidió ver el aparato con más cercanía. Tuve miedo de dárselo y me empecé a preguntar si algo así le parece extraño porque se lo daría. Bueno, puedo hacer otro… y se lo di.
—Qué interesante… —su ojo izquierdo empezó a brillar y crear una esfera azul que contenía por dentro mi llave—. Tiene capas finas de éter puestas una sobre otra, con runas que me son desconocidas. También usa cristal de obsidiana fundido… Y… esto es una maravilla. Lo que hiciste, chico… ¿Cuánto por ella?
Cuando escuchó que no podía venderla, se le dio un bajón enorme. Y el hombre exaltado se volvió el hombre malhumorado de antes.
—Si no quieres venderla, dime cómo hacerte el anillo, por lo menos. ¡Habla rápido, chico!
—No te puedo dar detalles. No te preocupes, solo necesito que pueda entrar en mis dedos.
—Si eso quieres, te costará 10 monedas de oro.
—¿Y por qué tanto?
—Porque estás pidiendo el doble de trabajo sin información. Si vas a discutir más, ¡vete de mi casa!
—No, está bien. Aquí está su pago. Bueno, me queda un poquito más porque no sé cuánto me queda para ir a la ciudad.
—No te preocupes. Puedes quedarte aquí, porque seguramente terminaré maña…
Y vino una niña corriendo bajando las escaleras gritando:
—¡Abuelito, abuelito, ya hice mi primera bola de fuego!
Y su madre corriendo detrás:
—María, ya es muy tarde. Vuelve a la cama.
Y me sorprendí al ver que la niña que bajaba y llamaba "abuelito" al malhumorado este era la pequeña María. ¿Pero si hace un rato todo estaba tenso? ¿Qué es esto? ¿Todavía tengo que estar aquí?
María, con una sonrisa inocente, me saludó al momento que me notó. Pero yo, perdido, cuando su madre bajó, ya me estaba latiendo muy fuerte el corazón. Creo que sentía miedo y estrés… y no sé por qué. Tal vez sería por volver a mirarla…
—Señor Snuch, fue un placer. Puede quedarse con el dinero. Encontraré otra persona.
— ¿Pero de que hablas? ¡Oye, chico! ¿A dónde vas?
Abrí la puerta, y el buen señor se levantó y continuó:
—No sé qué te pasa, pero es de muy mala educación poner a trabajar un artesano y largarte. Te ofrecí que te duermas en mi casa. ¿Vas a esperar parado o cómo? Quédate y mañana te largas de mi casa con tu anillo. ¿Entendido, chico?
Al final, ya no pude soportar tanto mal humor y me calenté. No sé por qué, pero sentía que ya me estaba fastidiando… Y lo miré fijamente sin decir nada, pero solo quería que se acercara un poco y le quemara esos ojos que se atreve a lanzarme… Y una vez más, volví a escuchar algo raro, igual que una risa entre los dientes que se deleita con el mal.
Kira:
—María, muéstrale a Don su cuarto, por favor.
María:
—¿Anh?
Kira:
—Ahora.
Ella subió directamente a su cuarto después de decirlo, y María vino y me tomó del brazo. Me fui con ella porque ya me irritaba quedarme cerca de este enano. Fue la noche en la que deseé como nunca que se hiciera de día en un momento, e inmediatamente intenté dormir.
Después de un tiempo, durante la noche, casi no dormía porque se escuchaba un maldito martillo de mier… Bueno, ya creo que me quiere molestar. Pero además escuché una discusión…
De pronto, la pequeña María abrió la puerta y entró en mi cuarto. Le pregunté:
—¿Qué haces aquí? ¿Todo bien?
—Abuelo me dijo: «Mañana te vas». Así que quería pasar la noche contigo.
—¿Y tu madre está de acuerdo?
—Sobre eso…
—María… Deberías escuchar a tu madre. No seas berrinchuda… Mejor ve a dormir en tu cuarto —dije con una sonrisa.
—No puedo…
Después de escuchar su respuesta, lo pensé. Si me voy mañana lejos de este pueblo, mejor que pase algo de tiempo conmigo.
—Bueno, ya. Ven aquí —dije.
Después me volví a dormir, y me dijo:
—Gracias.
—¿Y por qué?
—Creo que fue muy malo irnos sin decirte nada.
—Una niña sin dientes y berrinchuda como tú no debería pensar en eso. Aprecio eso, pero no pasa nada. Intenta olvidar lo que pasó —dije, pero me preocupaba aún más lo que pasaría después—.
—¿Tu mami está bien? ¿Me odia?
—Creo que no… Solo dijo que te tenía miedo de ti y que no me acercara a ti. No se lo vayas a decir que te lo dije.
Sonreí un poco, aunque confundido y decepcionado.
—Tranquila, que es nuestro secreto…
Seguimos platicando y cantándole canciones que mi abuela me enseñaba. Pasé un buen momento hasta lograr que se durmiera, y noté que tenía algo de carácter como ese viejo enano gruñón. Pero todavía no me cabe en la cabeza que Kira me tenga miedo… ¿Creo que estoy haciendo algo mal? ¿Por qué me tendría miedo?