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Chapter 4 - LOS VINCULOS INVISIBLES

"Algunos lazos no necesitan jurarse en voz alta. Simplemente están ahí… hasta que duelen."

La rutina de los Hoshino, aunque adornada por privilegios, estaba tejida de momentos sencillos y cálidos. Aquella mañana comenzó con el sonido familiar de pasos apresurados y un grito.

—¡ZUZU! ¡Devuélveme la venda del brazo! ¡¡ESO NO ES UN JUGUETE!! —Edu corría por el pasillo en pijama, mientras la gata saltaba con gracia felina, arrastrando la prenda con la boca.

—Otra mañana normal —murmuró Ibuki Hoshino, cerrando su periódico sin despegarse de su taza de café.

—Si ese gato vuelve a morder mis medias, lo meto en una botella sellada con runas —dijo Shizuka, al ver a Zuzu trepar por una cortina como una criatura endemoniada.

—Edu y Zuzu tienen una conexión muy especial… de guerra continua —añadió Azumi, colocando los cubiertos en la mesa.

—¡No es guerra! ¡Es amor con zarpas! —gritó Edu desde el suelo, con la cara arañada.

Sakura rió suavemente desde la cocina.

—Que alguien le dé carne a esa gata antes de que decida comerse a Edu. Y tú, Edu… deja de provocarla con tus absurdos hechizos ilusorios. Ella no es tu público.

—¿Y para qué practico entonces? ¡Mis ilusiones teatrales necesitan mejorar!

—¿No las usaste ayer para fingir que habías terminado de estudiar? —preguntó Kenji con una ceja levantada, mientras le daba una mordida a una tostada.

Edu se cruzó de brazos.

—No se llama engaño… se llama teatro académico.

Hinata llegó al comedor vestida con una corona de margaritas que claramente había tejido ella misma.

—Zuzu y Edu están hechos el uno para el otro. Los dos son traviesos, mienten a veces… y ambos creen que dominan la casa —comentó inocente, sentándose junto a su madre.

—¡La traición viene en tamaño pequeño! —exclamó Edu señalando a su hermana—. ¡Zuzu, cómetela a ella hoy!

Zuzu se acomodó en el regazo de Hinata, ronroneando.

—Lo siento, Edu. Ella me alimenta mejor —maulló Zuzu con su mirada altiva, o al menos así lo interpretó Edu.

Después del desayuno

El día avanzó con tranquilidad. Cada miembro de la familia se dedicó a sus intereses. Ibuki entrenaba con Kenji en el patio, corrigiendo su postura con un bastón de madera.

—Más firme. Tu centro debe estar en tus talones, no en tu orgullo —gruñó el padre, mientras Kenji sudaba a mares.

—¡Lo intento! —jadeaba Kenji—. Pero tú eres un ogro cuando entrenas…

—Un ogro al que admiras —dijo Ibuki sin inmutarse, bloqueando su estocada con facilidad.

En otro rincón de la propiedad, Sakura enseñaba a Hinata a identificar plantas curativas.

—¿Y esta? —preguntó Hinata señalando una flor de pétalos azul cielo.

—Luzdalia. Baja la fiebre y reduce la tristeza, si sabes prepararla —respondió la madre, acariciándole la cabeza.

—¿Reduce la tristeza? ¿Y si se la doy a Edu cuando hace esos dramas falsos?

Sakura sonrió.

—Tal vez solo funcione con tristeza de verdad. Pero puedes probar.

Mientras tanto, Edu estaba en la biblioteca… fingiendo estudiar. En realidad, usaba un espejo para ensayar sonrisas y frases para coquetear con Azumi.

—"¿Acaso el brillo de tu mirada rivaliza con la joya del amanecer?" No… demasiado florido. "¿Tú limpias la mansión… o mi corazón?" No, Edu… qué vergüenza…

—¿Qué haces? —preguntó Azumi de repente al entrar con una bandeja de dulces.

Edu pegó un brinco y dejó caer el espejo.

—¡Investigando poesía antigua! ¡Muy seria! Nada romántico aquí.

Ella lo miró con escepticismo.

—¿Debería avisar a tu madre de que los libros de hechizos han sido reemplazados por novelas rosas?

—¡No todos los magos lanzan bolas de fuego! ¡Algunos lanzamos frases que derriten almas!

Ella rió suavemente antes de dejar los dulces y salir del salón.

Edu sonrió para sí. Su mundo podía ser un caos, pero estaba lleno de personas que le daban sentido.

Al caer la noche

El cielo se tiñó de naranja y púrpura. Las linternas mágicas flotaban por los corredores, y la mansión comenzaba a apagarse poco a poco, como un corazón que se prepara para soñar.

En su habitación, Edu abrió su ventana. El viento traía olores del bosque, del fuego de la cocina y de un leve aroma que no identificó. Era como… hierro viejo y tierra mojada. Algo primitivo.

—¿Qué eres…? —murmuró al vacío.

Pero no hubo respuesta. A lo lejos, en la línea del horizonte, una sombra fugaz cruzó las montañas.

Esa noche, Edu durmió abrazando su almohada… y Zuzu sobre su espalda.

Epílogo del capítulo

En los pasillos oscuros de otro reino, un hombre sin rostro observaba un mapa. Los fragmentos del Don… aún sellados, aún esparcidos. Uno, sin embargo, comenzaba a brillar con intensidad.

—Uno de los diez… pronto caerá en las manos equivocadas —susurró una voz, sin cuerpo.

Las piezas estaban en movimiento.

Y la paz de la familia Hoshino estaba a punto de ser puesta a prueba.

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