El Instinto de la Sombra
Mansión Hoshino – Amanecer
El alba rompía sobre las montañas, tiñendo de naranja los ventanales de la mansión Hoshino. Los primeros rayos apenas calentaban los jardines cuando un chillido irrumpió en la calma:
—¡¡ZUZUUUU, MALDITA GATA!! —vociferó Edu mientras corría descalzo por el pasillo, envuelto en una toalla y con espuma en la cabeza— ¡Devuélveme ese guante o juro que te cambio la arena por pimientos!
La gata negra saltaba entre muebles y repisas como una experta ladrona. En su hocico llevaba uno de los guantes de entrenamiento de Edu, claramente robado del lavadero minutos antes.
—Parece que la rutina matutina de los Hoshino ha comenzado —comentó Kenji desde la escalera con una taza de leche en mano.
—Zuzu, uno... Edu, cero —bromeó Hinata mientras abrazaba un cojín y observaba la persecución con interés infantil.
La escena terminó cuando Azumi, vestida impecablemente como siempre, interceptó a Zuzu con una elegante patada giratoria que habría derribado a un asesino profesional. Zuzu frenó en seco, soltó el guante y salió corriendo por la ventana, no sin antes bufar con orgullo.
—Gracias, Azumi... algún día me vengaré —dijo Edu jadeando mientras recogía su guante mojado de babas felinas.
—Ese "algún día" lleva meses en proceso —replicó Shizuka, apoyada en el marco de la puerta de la cocina mientras sorbía su té—. ¿Qué excusa darás hoy para evitar entrenar?
—Mi dignidad está herida. Es grave, me duele el alma.
—¿Y si te rompemos la otra parte del alma para que haga juego? —sonrió Shizuka con tono afilado.
Sakura, la madre de los hermanos, bajó las escaleras elegantemente con una expresión serena, aunque divertida.
—Buenos días, mis traviesos. Hoy es día de entrenamiento completo. Nada de excusas.
Ibuki, ya vestido con su uniforme de combate, apareció detrás de ella y agregó:
—Edu, entrenarás con Azumi y Shizuka. Ellas mismas lo solicitaron.
—¿Qué? ¡Pero ellas son asesinas disfrazadas de damas de compañía!
—Gracias por el halago —respondió Azumi mientras se estiraba los brazos—. Hoy será un largo día para ti Edu.
Patio de entrenamiento – Media mañana
El terreno fue despejado. Edu, con vendas en las manos y su cabello aún un poco húmedo, se plantó frente a sus dos sirvientas. Kenji, Hinata y Sakura observaban desde la terraza. Zuzu, sentada sobre la baranda, ronroneaba como si esperara que su víctima sufriera.
—Reglas simples —dijo Azumi—. Cinco minutos de combate. No puedes usar armas ni magia. Si te derribamos más de tres veces, pierdes.
—¿Y si sobrevivo? —preguntó Edu, sonriendo de lado.
—Te daremos panecillos gratis.
—¡Trato hecho! ¡Por la gloria de los panecillos!
Shizuka se movió primero. Era veloz como una sombra, sus ataques eran gráciles pero letales. Edu apenas lograba esquivarla con movimientos erráticos. Intentaba bromear mientras se defendía:
—¡Azumi, detén a tu hermana menor! ¡Me quiere volver sushi!
—¿Hermana menor? ¡Te duplico en habilidad! —respondió Shizuka mientras lo hacía rodar por el suelo de una patada baja.
Edu se levantó, jadeando. Aún quedaban tres minutos.
Azumi se unió al asalto. Su estilo era completamente distinto: sereno, calculador. Cada movimiento tenía propósito, y cada mirada transmitía enseñanza.
—Tus pies están muy juntos —le dijo mientras lo empujaba suavemente, haciéndolo tropezar por segunda vez—. Deja de depender de tus reflejos y empieza a leer intenciones.
—Pero si yo soy más de improvisar…
—Entonces improvisa con estrategia.
Los segundos pasaban y Edu, aunque golpeado, comenzó a adaptarse. Empezó a usar el entorno a su favor, desviando ataques, ganando segundos. Su mirada se afiló. Shizuka lo miró con genuino respeto.
—¡Shizuka, si me sigues lanzando cuchillos mientras corro, me voy a tropezar contigo!
—¡Y por eso te los lanzo, Edu! ¡Para que aprendas a ver desde atrás también! —respondió ella, con una carcajada que mezclaba crueldad y diversión.
Edu giró sobre sí mismo, desviando un cuchillo con una piedra que había recogido.
—Mira eso, el idiota gracioso tiene cerebro.
—Te dije que solo lo disfrazo bien.
—¡Pero no te preocupes, Shizu! Si me clavas uno de tus cuchillos, sólo tienes que darme un beso para compensarlo.
—¡¡Ni lo sueñes, insolente!! —le respondió ella, con un leve rubor que intentaba esconder tras una patada giratoria.
—¿Coqueteando en medio del combate? Tu estilo es tan imprudente como tú, Edu —agrego Azumi
—¿Imprudente o encantador? —dijo él, guiñándole un ojo con descaro mientras se lanzaba a la ofensiva otra vez.
La batalla continuó por más de 4 minutos, como un perfecto equilibrio entre el entrenamiento intenso y el caos doméstico. La familia Hoshino no era normal… y eso los hacía especiales.
Desde la terraza, Ibuki Hoshino observaba en silencio, su silueta como una montaña que jamás caería. El ex aventurero legendario, ahora padre de familia, se permitía una sonrisa orgullosa al ver a sus hijos y sirvientas crecer en fuerza y unidad.
Sakura y sus hijos, junto a él, tambien observaban...
—Mira eso… ¿Te diste cuenta, Ibuki? Edu ya esquiva sin mirar.
—Sí… Y no sólo eso. Se han hecho más fuertes.
El gong de madera sonó para marcar el fin del tiempo, Edu estaba de rodillas, sudando, con el rostro golpeado… pero aún de pie.
Hinata y Kenji aplaudieron entre risas y vítores. Sakura bajó con una sonrisa calmada.
En la pausa después del combate, los chicos descansaban en el césped, mientras Azumi y Shizuka les preparaban limonada.
—Entonces… —preguntó Edu, apoyado en su espada— ¿cuándo van a contarnos cómo acabaron siendo nuestras sirvientas letales favoritas?
Azumi levantó una ceja, pero fue Shizuka quien respondió con una carcajada baja.
—¿Letales favoritas? Con ese tono casi me enamoro.
—¿Casi? —dijo Edu con fingido dolor—. ¡Eso duele, mi bella ejecutora!
Shizuka se rió más fuerte, mientras Azumi servía las copas sin expresión.
—Está bien… Supongo que ya están lo bastante crecidos para saber
—dijo Azumi finalmente.
Azumi y Shizuka intercambiaron miradas. Por primera vez, se notó un dejo de melancolía en sus gestos.
—Hace diez años —comenzó Azumi—, fuimos esclavas en el mercado negro. Entrenadas como asesinas, vendidas como herramientas. Hasta que tus padres intervinieron en una misión y desmantelaron esa organización.
—Éramos "objetos" sin voz, sin nombre —continuó Shizuka, bajando la mirada—. Y ellos nos ofrecieron libertad… pero también hogar.
Edu bajó la cabeza, conmovido. Luego sonrió.
—Entonces, gracias por elegirme como saco de boxeo. Es una forma extraña de cariño… pero la acepto.
Shizuka soltó una risa suave.
—Eres molesto, pero no insoportable.
Azumi, con ternura en los ojos, agregó:
—Eres como un hermano que nunca tuvimos… uno que habla demasiado.
Edu rió, y el resto lo acompañó.
Más tarde, en su habitación, Edu anotó en su cuaderno secreto:
"No todos los soldados usan espadas. Algunas batallas se libran en silencio. Hoy comprendí que la fuerza verdadera... viene del dolor transformado en lealtad. Ellas no son mis sirvientas. Son mis protectoras. Mis sombras."
Y mientras escribía, Zuzu entró con una bola de estambre robada de la sala. Edu la miró con resignación.
—Un día, Zuzu. Un día me vengaré.
Ella le bufó en respuesta… y se echó a dormir sobre su cuaderno.