Los días posteriores al rescate de Tony Stark en Afganistán se sintieron extrañamente surrealistas para Peter. Las noticias estallaron con el regreso de Stark, demacrado pero vivo, y el relato de su audaz escape, aunque sin mención alguna del enmascarado que había aparecido de la nada para ayudarlo. Peter sabía que Tony era un genio, y que no pasaría mucho tiempo antes de que empezara a conectar los puntos. La espera era tensa.
Mientras el mundo se maravillaba con el "milagro de Tony Stark", Queens tenía su propia maravilla en ascenso. La historia del "hombre araña" que había atado a unos ladrones con telarañas corrió como la pólvora, y la gente del barrio no tardó en reconocer la presencia constante de Spider-Man. Peter comenzó a responder a llamadas menores: un gato atrapado en un árbol (un rescate sorprendentemente difícil), un bolso robado, incluso ayudar a una anciana a cruzar la calle (con un poco de estilo extra, por supuesto).
La ciudad, al principio escéptica, comenzó a apreciar a su nuevo y peculiar protector. Los niños dibujaban garabatos de Spider-Man en las aceras, y los comerciantes de la esquina comenzaban a hablar de "ese chico que apareció" con un brillo de esperanza en sus ojos. No era la fama global de Iron Man, pero era un aprecio genuino, y eso significaba el mundo para Peter. Se sentía, por primera vez, como si perteneciera. Como si tuviera un propósito.
Mientras tanto, Tony Stark se había encerrado. Los medios de comunicación especulaban, pero Peter sabía lo que estaba pasando: Tony estaba construyendo la Mark II, perfeccionando su armadura. Peter sentía una mezcla de emoción y aprensión. Su futuro, el futuro del mundo, se estaba forjando en un taller privado.